Te quiero Loco, por decir no cuando digo sí a nuestra química, mordiendo mi boca durante el funeral de mis mariposas. También te quiero mordiendo tu labio y arrugando tu nariz al pensarme, sabiendo que estamos demasiado ocupados como para perder nuestro tiempo. No sabes ni sabrás cuánto te quiero, ni por qué huyo siempre de eso de estar todo el día enviando mensajes, subiendo a las redes cada uno de los viajes que mis zapatos dan. Te quiero, Loco: sintiendo que no vale la pena enamorarnos porque en cualquier momento te puedo decir que estoy demasiado ocupada cambiando el canal de Atresmedia escribiendo durante los anuncios de siete minutos, o que te prefiero en mi cama cuando estás más cansado; sobre las dos de la mañana y a contracorazón. Y es que me quiero, y mucho, fuera de la lista de caprichos que atesoras. Y no: no me quieras ni por asomo porque eso sería con el tiempo lo normal y lo normal es aceptar tu locura y que sigo lo suficientemente ciega, seguirte adonde vayas, despertar cada noche juntos, despedirnos cada mañana y discutir sobre qué película ver el fin de semana.
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