lunes, 29 de abril de 2019

Hagámoslo



Lee. Lee qué me harías. Dime cómo empezarías y entonces… todo irá rodado, desde el principio del fin, pasando por el punto y al cabo. Saca de tus adentros todo lo que llevas dentro, sin censuras, ni  excusas, o dame por lo que más quieras un argumento –y te contaré un cuento–. Recorre cada línea despacio, que no es una carrera a un orgasmo y sedúceme desde arriba y ve bajando, rozando cada una de mis orillas y atrévete a alcanzar el clímax y frena si me haces cosquillas o mejor no; sigue, sigue dibujando y borra… borra devorando con tu lengua mis cuatro esquinas en blanco y comienza cuando quieras, todas las veces que sean, desde el principio, sin miedo, sin prisas –ya te digo– afilando… Con tus dedos, como quieras, como se te dé la gana. Como quien barre para casa, para adentro. ¡Piénsalo! Piénsalo y sácalo a fuera y será perfecto en cada pausa y no tendrás otra que abrazarme y abrirte a la entrega, desnuda y mansa y como una fiera en mí serás poema y yo seré un relato en el quieras pasar el rato o ser eterna, un ensayo las veces que seas en todos los sextos sentidos, o una novela donde al final todo queda abierto, o cerrado y se vuelve a desear desde el principio, o la ausencia, del ombligo al olvido. Hagámoslo como la última vez; tú pones el lugar que yo te daré motivos… que ya sabes que no hay letras malas en la trama, sino escritora más papel sin experiencia.

viernes, 26 de abril de 2019

Corvo

Hay historias que jamás debí escuchar, otras que con cariño y añoranza recuerdo a cada rato.
Josefa necesitaba compañía y yo trabajar. El Parkinson era su pan de cada noche y día. Era guapa, alta, de melena negra y piel blanca y unos ojos azules que me tenían como poseída cada vez que me hablaba. Tenía noventa y siete años. Era raro el día que no me contara una historia y nombrara a sus dos hijos. Paseábamos desde la C/ Italia hasta el Estadio Insular. Ahí se paraba un instante a mirar los túneles de Julio Luengo, la velocidad de los coches, y era cuando su cuerpo se doblaba sin remedio quedando su cara a la altura de mi cintura y su brazo colgaba del mío. Entonces buscábamos un banco y el sol.
-Lolita jamás fue enterrada en el cementerio de Moya, simularon su traslado. Chano jamás soportó que no le llamara papá. Sí que se ocultó su matrimonio, tras una hija ilegítima que le llamaba Chano. Recuperarla durante pocos años y que muriera a los catorce años lo mató en vida-.
Así comenzó a contarme la historia de la montaña Doramas y el jardín desde sus primeros dueños hasta que vino a vivir a Las Palmas, ya que la familia de Josefa trabajaba los terrenos, sobre todo los naranjos, hasta que Josefa se casó y se trasladó a Fontanales.
Josefa visitaba a sus padres cada domingo. Tras escuchar la misa que se celebraba en la propiedad de los Corvo, saludaba a Sebastián Corvo de Quintana, con el cariño y respeto que se saludaba antaño a la mano que te daba de comer.

 En nuestra charla pasó de ser Chano, a ser <aquel pobre hombre>. Cuando Josefa se quedó embarazada volvió a casa de sus padres a pasar el último mes. El parto, en su tiempo contado en lunas, ya estaba en puertas tras romper la bolsa, pero la niña estaba muy débil. Tres días estuvo pegada a Josefa la criatura. Pensaron que dándole calor con su cuerpo se vaticinaría un mejor destino. Chano preguntaba todos los días por ellas. Al tercer día Josefa notó que algo frío rozaba su vientre y quiso morir. Su marido tomó a la niña en brazos y se la llevó. Josefa, con lágrimas en los ojos a pesar de los años, me dijo que Sebastián Corvo de Quintana, Chano, le pidió permiso para que la enterraran cerca de los rosales donde dormía Lolita con una leve luz encendida.
-Lolita, jamás fue enterrada en el cementerio de Moya, simularon su traslado. Chano jamás soportó que no le llamara papá. Sí que se ocultó su matrimonio, tras una hija ilegítima que le llamaba Chano, el recuperarla durante pocos años y que muriera a los catorce años lo mató en vida-.
Así comenzó a contarme la historia de la montaña Doramas y el jardín desde sus primeros dueños hasta que vino a vivir a Las Palmas, ya que la familia de Josefa trabajaba los terrenos, sobre todo los naranjos, hasta que Josefa se casó y se trasladó a Fontanales.
Josefa visitaba a sus padres cada domingo. Tras escuchar la misa que se celebraba en la propiedad de los Corvo saludaba a Sebastián Corvo de Quintana, con el cariño y respeto que se saludaba antaño a la mano que te daba de comer. En nuestra charla pasó de ser Chano, a ser <aquel pobre hombre>. Cuando Josefa se quedó embarazada volvió a casa de sus padres a pasar el último mes. El parto, en su tiempo contado en lunas, ya estaba en puertas tras romper la bolsa, pero la niña estaba muy débil. Tres días estuvo pegada a Josefa la criatura. Pensaron que dándole calor con su cuerpo se vaticinaría un mejor destino. Chano preguntaba todos los días por ellas. Al tercer día Josefa notó que algo frío rozaba su vientre y quiso morir. Su marido tomó a la niña en brazos y se la llevó. Josefa, con lágrimas en los ojos a pesar de los años, me dijo que Sebastián Corvo de Quintana, Chano, le pidió permiso para que la enterraran cerca de los rosales donde dormía Lolita con una leve luz encendida.

jueves, 25 de abril de 2019

Carta a mi amigo el víctima.

NI SE TE OCURRA HACERME CASO.

Odio dar consejos pero tú, eres un caso de SOS. Siempre dispuesto a destruirte, pobre y rastrero de tus quejas, que voceas ese “pobrecito de mí” y no haces nada para remediarlo. Da igual que te diga que resucitarás todas las veces que hagan falta hasta que te mueras de verdad. Nunca dejarás de ser COMO eres:
Tropezarás con piedras de todos los colores y darás patadas a las verdes, ese color esperanza del que reniegas.
Desconfiarás de la verdad porque siempre te fue ajena.
Intentarás buscar sitio a los polvos perdidos o por los que se pierde una amiga, sin querer ver que quedaron enhebrados con un clic en el sitio adecuado.
Estar loco seguirá siendo la peor excusa, pero el mejor remedio.
Sigue llorando a escondidas, tus amigos te seguirán diciendo que no es para tanto -tonto más que tonto-, o yo; que siempre puede ser peor y te arriesgas a que lloren contigo y se amarguen las cervezas de trigo recién hechas…tú solo pensarás en qué fue de las espigas.
Arriésgate a ser correspondido tío, aunque después se te quiten las ganas. Claro que te seguirás quejando y quejando de las dos cosas.
Sigue culpándote de todas las culpas, al fin y al cabo te gusta revolcarte en los recuerdos.
No te apartes de tus miedos, -ni se te ocurra-, es tu sello de identidad, porque la cobardía amigo, es un seductor perfume que atrae las incansables perretas, la estampida de las oportunidades, el curro más inestable, o por ponerte otro ejemplo, las peores mujeres… Así que por una vez ríndete coño, búscate en el espejo, dale la vuelta a la tortilla, afloja el látigo, tira la fusta, despéinate, vive… o nunca dejarás de ser QUIEN eres.

domingo, 21 de abril de 2019

VA POR TI

VA POR TI

Quieres llevarme a tu mundo y repasar todas tus excusas –la ilusión de mi vida-. Quieres explicarte el por qué no debo quedarme. Explicarte porqué sientes que te invado. Explicarte a ti mismo, en voz alta, a cámara lenta y con banda sonora –que es como se explican los protagonistas- una y otra vez qué fue, cómo y dónde latiste tan rápido o paraste tan lento. A mí me da igual. De veras. No me importa cómo sufriste más que nadie, ni cómo te partieron en tres y andas por el mundo buscando tu última parte. ¿Quién te dijo que puedes bajarme de mi infierno y salir ileso derrapando en la curva de algún cielo? A mí que me secuestraron los huesos y los conjugaron también en pluscuanperfecto partido. A mí que nunca me llevaron flores a sus cementerios improvisados. A mí que me educaron a la moda, al gusto, al oído y al esto es lo que toca, y un día dije que ni cuerda ni loca. Dime quién puede sacarme de mi infierno y poner fronteras donde jamás se divisó un horizonte. Explícatelo, que cuando te lo expliques más, lo entenderé menos.


domingo, 7 de abril de 2019

Yo soy esa.



Soy la calma que precede a la tormenta
lugar del placer que no mata mi osadía.
La perra más perra.
La reina de las esquinas.
De falda corta y caricia grande... la nada... la diva.
Por mi lecho pasan locos  y  objetores de conciencia
 y algún que otro cobarde que cree comprar mi inocencia.
Tú me rezas, yo respondo,
 y de rodillas postrada soy la dueña del orgasmo
 que se acerca y nunca llega -sólo si me crees rebajada-
mas soy yo quien te domina  agarrada entre tus piernas.

 Soy borrón y cuenta nueva. 
Soy engaño por rutina.
La mala de la historia, y nunca estás en mi memoria.
La solución temporal de un problema permanente.
Un poco de lo mucho de tus fantasías.
La infiel más infiel.
Toda tuya –tu mía-,
que huele al sexo de todos los olores
y de amores no entiende todavía.
Soy –no te quepa duda- mal ejemplo y buena compañía.
Luego, tras el pago, todo se apaga y se sufre como antes
como sufre la pluma indiscreta de esta a quien buscas
de cuando en vez por mis esquinas como amante;
Mujer de ciencia ficción basada en luchas reales.

Pero, qué va...


¿Y si te doy un beso? Un beso y me voy. Me marcho y no lo juro, que en esos casos no soy mujer de palabra. Si pudiera solo besarte. Un solo beso. ¿Qué no daría? Pero luego me conozco y ¡qué va! Si no me conformo con un beso porque acariciaría tu cara y diría <<mas que sea eso>> Pero ¡qué va!, que mis manos se aprovecharían y asaltarían tu espalda y me conformaría con besarte y abrazarte, y  con mi respiración entrecortada te apretaría con fuerza, con la mayor de mis ganas. Pero ¡qué va! que  luego me aprietas contra ti y se me escapa un contoneo y lucharemos cuerpo a cuerpo por encontrar apretados ese sitio del deseo. Un beso y un abrazo y ese leve contoneo y ya, ya está. Pero ¡qué va!, que el viento sonará por tu boca y la lluvia entre mis piernas no encontrará la coartada  y diré titubeante, mentirosa y muy altiva,  que sólo sería placer, que soy mujer de un solo día, pero qué va que me conozco   ¡Vaya que si me conozco! y sé que no pararía. Bueno, va.  ¿Te beso o no te beso? Si te beso estoy perdida.

viernes, 5 de abril de 2019

La casa.


Abrí todos los cerrojos y nos fuimos conociendo poco a poco. Me fuiste dando la forma más cómoda y así me hice a la tuya dando luz a tus mañanas y abrigo a tus noches. Pero pronto comprendí que mis espacios, a veces tan pequeños, se te hacían grandes y también comprendí lo mal que lo pasabas cuando decías que yo te caía encima. Escuché tu llanto y acomodé tus malos humores conociendo así la oscuridad más cerrada. Cerraste todas mis ventanas y más de alguna vez soporté tu puño en mi pared cuando a cal y canto mi única puerta quedó destrozada. Mira que soporté la presión de que me dijeras que cualquier nunca te largarías para no volver, y yo me hacía la fuerte para luego  acompañarte en la soledad tibia de mi estancia. Muchas noches me dejaste sola asegurándote de que ni una sola estrella quisiera contarme por qué hacía tanto frío, o que la luna se filtrara por una esquina… para regresar borracho de cansancio, borracho de amores, borracho de esas botellas que dejabas vacías como un trofeo en cualquier esquina recordándome quién era el dueño de la casa. Pero mi dirección siempre fue la misma: amar, dulce amar.
Han pasado años desde que te fuiste. Muchos me miran con miedo, con lástima, con intriga, con alegría…Se detienen, miran y se van… pero mi puerta está siempre abierta porque con el tiempo  me da igual quien quiera quedarse o marchar. Quien quiera sacar de mí lo que sea porque cree que poseo potencial, quien se atreva a pintar mis paredes o a sostener mis vigas y rayar sobre el rayado de mi empañado cristal.
Temo cerrar mis ventanas y escucharte decir otra vez que soy tonta, fea, estúpida, insuficiente, mediocre, puta…y es  entonces cuando tiemblo desde los cimientos. Aunque más temo que si alguna vez regresas aspires profundamente lo único que me mantiene en pie; mi esencia, y digas, Hogar, dulce hogar. Y jamás pueda recuperar mis llaves.

jueves, 4 de abril de 2019

Suprimir

Hombre 54 está escribiendo>>>>>>>>>>
Fuiste de las conversaciones más chorras que he tenido, también la más profunda. Éramos amigos y compartíamos todo, pero en aquella verbena después de tres empujones y un par de besos, las cosas cambiaron. Está claro que hay amistades que se pierden cuando media una cama…o una esquina a oscuras detrás del escenario. Te he recordado durante todos estos años, pero no todo el tiempo. Recuerdo que desafinabas en tu empeño de aprender a tocar la guitarra y que te regalé un cancionero de tangos. Siempre te dije que escribías mejor de lo que tocabas. Yo quería aprender a pintar y me salía de todos los bordes de mi cuaderno de dos rayas, cuando intentaba captar todas esas muecas que hacías al hablarme. Me regalaste una caja de Carioca – ¿te acuerdas? – me dijiste que algún día sería el mejor padre del mundo. Luego desaparecí sin decir nada y no te imaginas cómo me arrepiento. Ahora soy un pintor de esquinas con un baúl a cuestas y tú una escritora de blog –te he buscado en internet–.
Tu foto de perfil me está volviendo loco. Ella es una copia perfecta de cómo eres tú en todos mis borrones de todos estos años. Llevo días hablándote sin decirte quien soy. En tu biografía dices que sigues viviendo en el mismo sitio, que eres soltera, que eres profesora del conservatorio y que ella es el amor de tu vida.
Ya sé que sabes quién soy, aunque no lo digas a pesar de tantas horas de chat. Empiezo a creer que tú crees que es un juego.
Sólo te he pedido vernos y me has dicho “No”
Cómo me gustaría explicarte el por qué me fui, y aparezco después de tantos años. Quiero saber quién fui, quién he sido, y sobre todo si tengo la oportunidad de ser alguien hoy en vuestras vidas. Pero me temo que tu respuesta es bien clara. La he escrito en todos los colores de mis lápices, pinceles, rotuladores…y no me gusta cómo queda, en tu estado, eso de “Bienvenida a los septuagésimo segundos juegos de un hombre”
<<suprimir…

martes, 2 de abril de 2019

Ella

A la mujer que fui nunca la quise ni la querré. A la mujer que fui la tengo secuestrada, maniatada, y sólo le consulto cuando dejo de creer en el amor y me rasca el fieltro de mi coraza. A la mujer que fui le debo espacios y tiempos ganados a pulso. Pero le tapo la boca por si acaso. A la mujer que fui le debo experiencia y aprendizaje y todas las cicatrices de su época de mercenaria de mi coraje; por eso le hablo en pasado a su cara de fragmentos desesperados. A la mujer que fui la amenazo con la indiferencia que hoy poseo cuando se abre una ventana, mientras ella da patadas a la las puertas que jamás cerré.