Lee. Lee qué me harías. Dime cómo empezarías y entonces…
todo irá rodado, desde el principio del fin, pasando por el punto y al cabo. Saca
de tus adentros todo lo que llevas dentro, sin censuras, ni excusas, o dame por lo que más quieras un
argumento –y te contaré un cuento–. Recorre cada línea despacio, que no es una
carrera a un orgasmo y sedúceme desde arriba y ve bajando, rozando cada una de
mis orillas y atrévete a alcanzar el clímax y frena si me haces cosquillas o
mejor no; sigue, sigue dibujando y borra… borra devorando con tu lengua mis
cuatro esquinas en blanco y comienza cuando quieras, todas las veces que sean,
desde el principio, sin miedo, sin prisas –ya te digo– afilando… Con tus dedos,
como quieras, como se te dé la gana. Como quien barre para casa, para adentro.
¡Piénsalo! Piénsalo y sácalo a fuera y será perfecto en cada pausa y no tendrás
otra que abrazarme y abrirte a la entrega, desnuda y mansa y como una fiera en
mí serás poema y yo seré un relato en el quieras pasar el rato o ser eterna, un
ensayo las veces que seas en todos los sextos sentidos, o una novela donde al
final todo queda abierto, o cerrado y se vuelve a desear desde el principio, o
la ausencia, del ombligo al olvido. Hagámoslo como la última vez; tú pones el lugar
que yo te daré motivos… que ya sabes que no hay letras malas en la trama, sino
escritora más papel sin experiencia.
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