A la mujer que fui nunca la quise ni la querré. A la mujer que fui la tengo secuestrada, maniatada, y sólo le consulto cuando dejo de creer en el amor y me rasca el fieltro de mi coraza. A la mujer que fui le debo espacios y tiempos ganados a pulso. Pero le tapo la boca por si acaso. A la mujer que fui le debo experiencia y aprendizaje y todas las cicatrices de su época de mercenaria de mi coraje; por eso le hablo en pasado a su cara de fragmentos desesperados. A la mujer que fui la amenazo con la indiferencia que hoy poseo cuando se abre una ventana, mientras ella da patadas a la las puertas que jamás cerré.
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