miércoles, 23 de junio de 2021

Te lo juro

 Te lo juro: fue como beber el mar de un solo trago. La arena a su temperatura adecuada, no había un bosque de sombrillas ni cuerpos aceitados a la brasa, aunque el sol se escoró en mis hombros presenciando el romance como un simple espectador. Le miré temblorosa cuando apartó el cabello con malicia dejando correr sus manos caderas abajo porque lo quería allí y a aquella hora. Con cada beso se entrecortó el vuelo de mi alma. Mi cerebro no supo qué decir cuando la leve brisa azul cerró el paso de su contenido y yo peleaba con la vida. Cerré los ojos presionando los párpados para volver a mirarles desde lo alto de la nada. Tapé de golpe el quejido de la ventana de mi boca, y ahí, la razón en su justa medida, se preguntó quién sería la oportuna seductora que se arrodilló en la arena. Al final la tomó de la mano, y al esquivar el zarpazo, devolví la sal a su lugar más preciado cuando me empujó el dolor. Jamás olvidaré aquella playa tan llena de mentiras: te lo juro.




Quién sabe.

 Si hubieras estado aquí estarías a tus anchas, me quitarías el sitio y los besos que me sobran, y no me quedaría otra que pegarme más y más a ti, anotando entre tus piernas que hemos alcanzado el éxtasis por segunda vez.

Si hubieras estado aquí, podría espantar a toda esta gente de la fila. Con cara de boba diría bajito, Sígueme el rollo. Y en voz alta, Cariño: tu novia está detrás. Y responderías, Voy a saludarla.
Si estuvieras aquí, me dirías que menos hielo, y yo que más cola y sin limón. Y después del potingue susurraríamos al unísono, ¿Quién dijo miedo? Y lo haríamos.
Si hubieras estado aquí, no me habría marchado a comprar flores, ni caminaría por Triana justo antes de las once importándome poco el toque de queda, ni vería bobocientas veces nuestra última película, -fuerte mierda, ¿verdad?- ni pensaría que esta canción que suena es ahora más quimera que nunca, porque espero un milagro.
Si hubieras estado: no estaría escribiendo algo tan efímero, no al menos aquí, sino intentado acabar mi primer sudoku en tu espalda.
Si te hubieras quedado tan solo un poco más, no habrías pensado que esto de quererte es un plan malvado para jodernos la vida.
Si estuvieras aquí y ahora: la nostalgia no me preguntaría, ¿Cómo juzgas a quien no ama? Ni yo a quien se enamora.
Y es que, querido amigo: nadie debería jamás dejar algo así a medio hacer; con la vergüenza revoloteando en el estómago y el corazón en medio de un campo de ruinas.

Quién sabe…

Te voy a querer

 Dicen que mujer precavida, sale con dos. Pero en un corazón que ama no se aman dos batallas. Te abrazo como a un osito de peluche y tú te devuelves como una mantita recién sacada de la secadora. Cuántas veces tendré que repetirte que me quieras: “No hay alma que no llore por tu ausencia… Y al ver que tú por nadie te interesas, todos cautivos a tus plantas caen”

¡Mira que eres testarudo!, y yo quiero que me quieras así; sin más, porque yo lo digo, porque te lo dicen mis palabras, mi lengua –corporal- y eso que despierta a esta perra cuando estás a mano, que no se sabe de dónde sale, pero se entiende. Sin embargo no me haces maldito caso. Como tampoco lo hacen las uvas que celebran cada final. Así que por mucho que ladre esta perra: cambio de planes y que sea lo que dios pretenda. Y si muerta la perra se acaban las ganas: a partir de ahora quieras o no quieras te voy a querer yo, -¡acabáramos! garabato de mis dilemas-, como la carcoma a la madera o como se quiere a cualquier lunes por la mañana aunque sea fiesta.

jueves, 3 de junio de 2021

La playa

 

Te lo juro: fue como beber el mar de un solo trago. La arena a su temperatura adecuada, no había un bosque de sombrillas ni cuerpos aceitados a la brasa, aunque el sol se escoró en mis hombros presenciando el romance como un simple espectador. Le miré temblorosa cuando apartó el cabello con malicia dejando correr sus manos caderas abajo porque lo quería allí y a aquella hora. Con cada beso se entrecortó el vuelo de mi alma.  Mi cerebro no supo qué decir cuando la leve brisa azul cerró el paso de su contenido y yo peleaba con la vida. Cerré los ojos presionando los párpados para volver a mirarles desde lo alto de la nada. Tapé de golpe el quejido de la ventana de mi boca, y ahí, la razón en su justa medida, se preguntó quién sería la oportuna seductora que se arrodilló en la arena. Al final la tomó de la mano, y al esquivar el zarpazo, devolví la sal a su lugar más preciado cuando me empujó el dolor. Jamás olvidaré aquella playa tan llena de mentiras: te lo juro.