viernes, 10 de mayo de 2019

Esto de aquello


Hay situaciones chorras, en las que me quedo como un cromo, a cuadros, como en estado de shock, como si lo que sucediera fuera algo extremo y sin embargo no es para tanto. Solo sé que me quedé mirando la fecha de caducidad de un tetrabrick, que ni siquiera iba a comprar, y olvidé por completo los recados que me mandé hacer. Con una candidez arrolladora alguien preguntó:

―¿Me puede decir dónde está la comida para los que no comen? 

El reponedor del super, comenzó a adivinar preguntando si era comida vegetariana, alimentos infantiles; potitos y papillas para ciertos estómagos… hasta que pronunció eso de veganos y el anciano dijo sí.
Regresé a casa pensando en cómo se las ingenian a cierta edad las personas para definir, como si fuera una adivinanza, ciertos objetos o situaciones. Yo aún estoy en la fase de <<dame eso de ahí>> y suele funcionar sin nombrar qué, pero no puedo evitar recordar cuando mi madre me pidió prestado el disfraz de Tapajuntas, o a mi suegra, y sonreír, que no burlarme, que no soy tan cabrona, cuando un día de tantos llegó a casa y se le hizo tarde, solía ser puntual, y tras hacer una recesión intentó explicar el porqué del retraso, pero no le salía la palabra adecuada concluyendo:

―Es que vino ese; al que le pagas para morirte, y se me escapó la guagua. 

Sonrío y me enternece. Creo que son supervivientes de las definiciones y las palabras.

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