Tal vez no seamos para tanto: tú que tía buena, yo que estás como un
bizcocho…
21:01
Una se acostumbra a sus propios bostezos y a levantarse tras la tercera
alarma. Se lava la cara y encumbra su pelo mientras repasa las legañas dándose
los buenos días con agua y jabón y un aprobado por guapa. En serio: no sé: a mí
me gusta dar los buenos días a todo el mundo; al guagüero, al del kiosco del
tabaco, a la orilla juguetona a mis pies. Ya sé desabrocharme sola el
sujetador, pasarme la sal, preparar un solo café, -y perdona-: cambiar el canal
cuando la peli está en lo mejor si me asusto o me dan ganitas de llorar, y
terminar viendo SxNY primera temporada por enésima vez porque no tiene efectos
secundarios.
23:11
¡Venga hombre! Que me gustan los tacones, la literatura, la mecatrónica y
los canales de youtube de belleza y cocina (aunque luego le ponga los
ingredientes que me den la gana) Y a quererme a cualquier hora,- sexo, luego
existo-, (los poetas no servimos para mucho fuera de las letras, aunque suenen
dos alarmas de más.)
23:40
Yo...
23:40
Es que me pongo nerviosa cuando me miras como me miraste antes, y a falta
de adivinar prefiero responderte por Whatsapp, (por último casi todo lo
importante en mi vida sucede al despedirnos o por Whatsapp) y conste que hace
pocos metros cuadrados que dejé de creer en el amor y le puse un sello de
“Cooño: no puedo más”
23:49
Sé qué pretendes.
23:51
Te tomas tu tiempo.
23:51
Y ahí sigues callado, en línea, escribiendo y borrando, como si supieras
algo que yo no sé.
23:55
O sí.
23:59
Pues eso: que yo, novata de los primeros besos, me aferro a un “Tal vez”.
Sólo te suplico que no me provoques, o terminaré queriéndote como tú a mí.
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