martes, 9 de mayo de 2017

Cada cosa a su precio.

Creía que las putas solo paseaban por esas calles que durante el día suelen ser paso obligado a edificios públicos, donde la gente arregla papeleo para no defraudar a hacienda.  La reconoció por una foto de Internet. Era bloguera. No vestía como las demás, iba demasiado elegante para su gusto y para colmo  de las más caras. No entendía el por qué, y sin embargo la eligió a ella. Le preguntó que por qué no vivía de las letras. Ella le respondió, mientras se arrodillaba:

-Yo escribo verdades y vendo falsos “te quiero” mientras tú te lo crees. Como mismo crees que tu mujer te está esperando ahora acomodando cariñosa el lado de tu cama. Las verdades deberían ser gratis. ¿No crees? -Decía observando directamente su miembro mientras él notaba su aliento como la mejor de las caricias sin haberlo rozado. -Por las mentiras se paga un alto precio. En esta vida todo tiene un precio. Todo. Excepto mi verdad.




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