Nuestras miradas se cruzaron como dos tontas desconocidas
que no podían apartarse por más que lo intentaron. Tus ojos subrayados con agua
y sal parpadearon. Mis párpados no querían cerrarse y ya sabemos lo que pasa
ante eso. Yo venía de otra cama como un animal herido y tú estabas agotada de intentar
dominar ese refugio que hiciste en el rincón de la tuya. Nos quemó tanto la
impaciencia que en aquella orilla, solo se escucharon las olas de nuestras
manos revoloteando por nuestros cuerpos. Dos bocas rotas de sal se
emborracharon a besos mordiendo las rocas, rozando entre algas sus mariposas. Fue
ahí donde sucedió todo, a la orilla de tu nueva vida, amándonos como locas
hasta que bajó la marea, y luego amaneció.
Dos miradas, dos vidas en los márgenes de los encuentros.
ResponderEliminar!Preciosas letras!
SALUDOS!!
Saludos Diana. Me alegra que te guste.
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