domingo, 20 de mayo de 2018

Grita a ciegas

El mundo se volvió loco y comenzó a dar vueltas, las otras vueltas, mientras mi copa era incapaz de apuntar a mis labios, yo rodaba pasillo abajo camino del aseo. El mundo se volvió loco y a mí me dio un ataque incontrolable de risa cuando la vi. Estaba despeinada como la que discute toda la noche con la cama, y gana la cama, la nariz roja, irritada, y una costra de sangre barbilla abajo. Se le habían roto dos uñas. Se dio cuenta al tocar el pómulo color uva que desentonaba con su blusa, pero acorde al color al que se iba tornando el blanco del ojo. El mundo se volvió loco cuando me pidió ayuda desde su mirada salada diciendo con la voz rota << a qué estás esperando>> y yo le respondí que no sabía qué hacer. Le abotoné la blusa con los pocos botones que quedaban y le acomodé el pelo sin soltar la copa vacía. También sin soltar la copa tomé una toalla y limpié sus piernas resecas de un blanquecino cruel. Ella me seguía mirando con un párpado caído; como cuando se cierra la cortina de un telón de una obra mediocre, pero el mundo se volvió loco y no quise devolverle la mirada porque sabía que estaba temblando. Salí de aquella habitación de hotel dejándola sola, reprochándole qué la hizo pensar que en una cita a ciegas encontraría el amor. Desde entonces huyo  de los espejos y ando como las locas.

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