El mundo
se volvió loco y comenzó a dar vueltas, las otras vueltas, mientras mi copa era
incapaz de apuntar a mis labios, yo rodaba pasillo abajo camino del aseo.
El mundo se volvió loco y a mí me dio un ataque incontrolable de risa cuando la
vi. Estaba despeinada como la que discute toda la noche con la cama, y gana la
cama, la nariz roja, irritada, y una costra de sangre barbilla abajo. Se le
habían roto dos uñas. Se dio cuenta al tocar el pómulo color uva que
desentonaba con su blusa, pero acorde al color al que se iba tornando el blanco
del ojo. El mundo se volvió loco cuando me pidió ayuda desde su mirada salada
diciendo con la voz rota << a qué estás esperando>> y yo le respondí
que no sabía qué hacer. Le abotoné la blusa con los pocos botones que quedaban
y le acomodé el pelo sin soltar la copa vacía. También sin soltar la copa tomé
una toalla y limpié sus piernas resecas de un blanquecino cruel. Ella me seguía
mirando con un párpado caído; como cuando se cierra la cortina de un telón de
una obra mediocre, pero el mundo se volvió loco y no quise devolverle la mirada
porque sabía que estaba temblando. Salí de aquella habitación de hotel
dejándola sola, reprochándole qué la hizo pensar que en una cita a ciegas
encontraría el amor. Desde entonces huyo de los espejos y ando como las locas.
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