Llegados a este punto querido diario:
Parecen elásticos los que se me acercan, tensos, gastados, incluso pegajosos, y rebotando al otro lado de un solo tirón cuando les hablo de pasar antes por la vicaría. Entiendo que a mi edad, ya no está una para muchos trotes, parece que el estrenar les molesta, pero tengo una amiga que vive cerca de mi casa, en Barranco la Mina, que me ha dicho que por Internet hay una página llamada la última oportunidad.
Yo creo que estoy preparada:
Me envío flores para estrenar cara de asombro una vez al mes por si alguna vez sucede no me coja desprevenida. Mira que no me gusta verlas en ese búcaro moribundas dando su último aliento. ¿Seré rara? He dejado de ir al centro depilatorio porque ya da igual tener o no una selva ahí, o en otro lado, ya que sigo más sola que la nave del olvido, aunque siempre me asusta que me toque al fin enfrentarme a mi primera vez armada hasta las cejas de ese clásico que ya no está de moda, es que me han dicho que seguro que me toca cuando no esté preparada. Cuando menos lo espere. Lo malo es que siempre espero.
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