Entra en mi cama y me da los buenos días susurrando “hoy
puede ser un gran día plantéatelo así”. Besa mi cuello. Suspira en mi cara. Me
abraza contra su pecho pasando su pierna sobre mí. Él me ofrece un fantasma
silencioso. Retira las sábanas y pasea sus dedos por el rizo impertinente que
duerme sobre mi frente siempre en el mismo lugar.
Y yo le pregunto -¿Me dejarás dormir?
Entonces me hace la misma pregunta de siempre, a veces con
cariño, a veces impertinente, ¿Te apetece una canción de amor, un café, no
pensar y pensar, ninguna de las tres?
Me acompaña a la cocina tras correr las cortinas y pasa… el domingo pasa.
Me acompaña a la cocina tras correr las cortinas y pasa… el domingo pasa.
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