Estoy planeando matar a alguien: será a letras frías, a bocajarro y sin mi estilo habitual; seré discreta, indirecta y en una mezcla de verdad con verdad, pondré todos los ingredientes:
Encenderé un fuego a grados de temperatura donde no quepa duda de que el paisaje es el adecuado.
Verteré un vaso, da igual medio vacío que a medio llenar, de la caricia inequívoca de mi último amante sobre el espacio en que voy a trabajar.
Un beso de azúcar y una lágrima en su punto de sal.
En un cuenco, acariciando con las manos, previamente acurrucado, espolvorearé un ángel coqueto.
Despertaré a la luna y tomando un cuarto comenzaré a mover lento, muy lento, sin rozar el vértigo sin dejar de sonreír.
Aunque a punto de nieve dejaré para el final los sueños por cumplir, no olvidaré de añadir:
El eco de un te quiero que se quedó sin respuesta.
La última canción que hicimos tan nuestra.
El suspiro pillado al vuelo después de habernos amado.
Todos los mensajes escritos a diario, y los que nunca escribí.
Mi diario.
Mis poemas.
Mis ganas sin ti.
Una vez finalizado, tras un reposo calculado, lo lanzaré por esta ventana y tú sabrás cómo quieres morir, si lo tomas frío o caliente, o mejor dicho, mueres por morir.
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