Me pillo dios con la mirada perdida y aprovechó para hurgar
entre la esquina de los diez mandamientos y el cruce del silencio de los santos
y estupefactos prudentes. Y no, no es que me hablara: me dio por pensar y
revivir desde los basureros perpetuos, cayendo en la suma de las promesas eternas
que lleva, esas que mueren cada día entre sus propias mentiras. Todo fueron
porqués, todo fue te lo suplico, todo culpa y mala resignación, pero no sé si
recé. La única conclusión que he sacado es que existe, todavía, porque se apodera de mí cuando tengo el alma
partida y él… está en celo.
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