sábado, 13 de octubre de 2018

El alma en hilo


Quiero a aprender a coser. Lo tengo decidido. Comenzaré por comprar una tela de tejido ligero que en verano  tenga la calidez del mejor de los deseos y en invierno sea más testigo de besos que de despedidas. La quiero de un color que rime con tus ojos -eso no lo tengo claro-. También necesitaré agujas que no rompan en la entrada o la salida cuando se justifiquen. Hilo, sí; fuerte y a juego también con tus ojos y con la resistencia con la que abrazas o la firmeza con la que  sujetas mi mano, pero que no se note en el acabo. Un dedal, que sabes que soy una chica muy torpe en esto tan desconocido de coser y desbaratar, no sea que me pinche y estropee cualquier parte del tejido y con el alma en vilo tenga que volver a empezar. Alfileres para después hilvanar - ¿o es al revés?- será quizás lo más pesado porque me es complicado y sabes que no sé coser claro… y a veces se me escapan las metáforas. Y un metro que me ayude a entenderte centímetro a centímetro, pero tranquilo, mediré en primer lugar tu pecho izquierdo. Y para que todo esté bien medido y conste que no me olvido, una libreta y un lápiz, ese será quizás el mayor  riesgo pero te aclaro, que  me dejaré el alma en cada segundo porque como bien sabes, no sé coser, ni medir ni cortar, pero quiero aprenderte y demostrarte lo bien que pueden quedarte estas letras.

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