Quiero a aprender a coser. Lo tengo decidido. Comenzaré por
comprar una tela de tejido ligero que en verano tenga la calidez del mejor de los deseos y en
invierno sea más testigo de besos que de despedidas. La quiero de un color que
rime con tus ojos -eso no lo tengo claro-. También necesitaré agujas que no rompan
en la entrada o la salida cuando se justifiquen. Hilo, sí; fuerte y a juego también
con tus ojos y con la resistencia con la que abrazas o la firmeza con la que sujetas mi mano, pero que no se note en el
acabo. Un dedal, que sabes que soy una chica muy torpe en esto tan desconocido de
coser y desbaratar, no sea que me pinche y estropee cualquier parte del tejido
y con el alma en vilo tenga que volver a empezar. Alfileres para después hilvanar
- ¿o es al revés?- será quizás lo más pesado porque me es complicado y sabes
que no sé coser claro… y a veces se me escapan las metáforas. Y un metro que me
ayude a entenderte centímetro a centímetro, pero tranquilo, mediré en primer
lugar tu pecho izquierdo. Y para que todo esté bien medido y conste que no me
olvido, una libreta y un lápiz, ese será quizás el mayor riesgo pero te aclaro, que me dejaré el alma en cada segundo porque como
bien sabes, no sé coser, ni medir ni cortar, pero quiero aprenderte y
demostrarte lo bien que pueden quedarte estas letras.
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