viernes, 2 de diciembre de 2022

Lo sé

 

¿Y qué voy a hacer si ser mujer ya es una barrera, si mi velo es una frontera, si llevo escrito culpable en el color de mi piel? A Amalia se le daba bien eso de fruncir el ceño para no llorar. Fue lo último que escribió y nunca nadie leyó, como nadie la echaría de menos.

 

-No fue mi culpa, no lo fue, te lo aseguro. Anotaba en mi cuaderno cada detalle como siempre. Repasé cada movimiento desde antes incluso de salir de casa. Reconozco que tenía en la cabeza otras cosas porque después de vestirme mi madre me volvió a decir, con la misma pena de la primera vez, que tenía los días contados y que me casaría en breve. Entré a la escuela y me senté en mi sitio como siempre. Aquí, a tu lado. En medio, exactamente en medio del aula, con la distancia de cada día, la misma que nos hace parecer dos desconocidas que nunca se dirigen la palabra.

-¿Seguro que no fue por tu culpa, querida?

-No sé. No. Estoy convencida que no. He cumplido el Ramadán a raja tabla, he rezado mis oraciones y dado las gracias por la fortuna de casarme ya que no podré ir a la universidad por falta de dinero.

-Y no te diste cuenta de tu culpa.

-Mi culpa. No. ¿No? ¿O sí?

-¿Qué, qué me dices, te lo estás pensando?

-Quizá,  noté que algo rozaba mi pierna. Pero aguanté.

-¡Ahí está Amalia! ¿Lo ves?

-Tienes razón. ¿Y qué haré ahora?

Las dos quedaron en silencio.

 

-Sh,sh… Dime: ¿qué hiciste en realidad antes de que te atravesara contra la pared?

No hay cosa que haga tanto ruido como la impotencia.

 

-No sé Muerte. Creo que, me moví.




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