martes, 24 de enero de 2023

GRAMATICANDO que no es poco



Cuando me preguntan quién soy, nunca sé qué responder. Es como cuando preguntan qué es el amor. ¡Menuda pregunta! No se puede describir algo indescriptible. Pero si resuelvo la pregunta poniendo el verbo en pasado ya es otra cosa. El amor era la felicidad absoluta. Y más pretérito que nunca, más en la lejanía, yo era una buena niña. Educada, limpia…era un ejemplo de virtud. Ordenada hasta rozar el asco. Tenía las libretas más limpias del mundo, con sus márgenes marcialmente calculados. Mi goma blanca, mi lápiz afilado, mi boli sin un solo roce de dientes de leche. Escribía siempre al amor, sobre amor, sobre cómo sería enamorarse, amar o que me amaran. La perfección. Y los sueños, sueños son.
Hasta hoy.

Me puse a escribir y ni me molesté en buscar la goma, (ya luego la noté dando saltitos al lado de mi zapato), así que taché una y otra vez. Marqué con flechas y asteriscos. Puse notas al pie y notas entre notas. Rodee con un círculo amorfo lo más importante: teatro, cerillas, destornillador, pilas, llamar a Gus, tender la ropa, dos panes, un cuarto de calabaza.
Entonces miré seriamente mi material de escritura. ¿Qué es mi material de escritura? Algo que tiene vida propia y me ha torturado, como el amor, haciéndome chantaje emocional desde que tengo uso de razón, porque sujeto, verbo y objeto, serían la oración ideal:

Mantenme limpio en todo momento. Trátame con delicadeza. Respeta los espacios. Si cometes una falta, rectifica y punto. Cuidado con el fondo y la forma. No olvides los verbos, ni los contradigas ni los cuestiones. Pon los puntos sobre las íes. Si eres rebelde, aclara con comillas porque los puristas se ofenden y <<porsupuestísimo>>, cuida tu imagen y sé inolvidable.
Yo era educada ¡coño! Y limpia.
Entonces comencé a romper en tiras mi material de escritura y los rotuladores se apuntaron a la fiesta. Las carpetas se quitaron la faja y los clicks y las cartulinas salieron por la ventana. Claro que los lápices de colores reivindicaron la igualdad y, con el color de punta, salieron por el mismo sitio. La papelera respiró por primera vez en semanas y rodó por el suelo hasta el agotamiento al igual que yo. Y tengo una astilla en la retina, una autopista de colores en los muslos, restos de goma en los dientes, rastas de papel… y un resumen vena abajo, ahí donde las mariposas se vuelven loquitas suspirando que alguien les escriba que son la felicidad absoluta y sientan en primerísima persona; yo soy amar. 

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