martes, 24 de enero de 2023

Te quiero

 Hoy te habría llamado no sin antes planear una broma para felicitarte, ¿buenas, está…? , creo que sí, pues pide un deseo. Y abrirías la puerta y tirarías de mí y... O quizás amaneceríamos juntos. Incluso puede que fueras tú quien viniera a buscarme en pijama cantándo(te) a todo pecho cumpleaños feliz <<detímelocreo>>. Puede que hoy estuvieras en Madrid y yo te echara mucho de menos porque aquí me sigo quejando del frío. Sé que hoy, si estuvieras vivo, yo no me sentiría más sola que la nave del olvido y no se quejarían mis huesos de que ya hacen cuatro años que me enterraron sin mí.

Es tu cumpleaños y me pido un deseo: a ti. Y dirás que estoy loca, pero no. No creo pedir mucho cuando se me antoja en mayúsculas que vuelvas a decir en diminutivo el nombre que tiene realmente mi boca. Mira mi amor: si como quien no quiere la cosa pudiera pedir, pediría todas las tonterías que hacías para hacerme reír. Y ya puesta: si no doliera tanto como duele, me pediría dormir sin zapatos, ducha diaria, dormir, dormir y dormir, comer barato -un clásico- y que mi vida fuera como la de un buen cuento, un concierto de amor a dos almas, pero sin que tú estés a esos dos malditos metros bajo el suelo, ni yo sin un solo te quiero que llevarme a la boca.

GRAMATICANDO que no es poco



Cuando me preguntan quién soy, nunca sé qué responder. Es como cuando preguntan qué es el amor. ¡Menuda pregunta! No se puede describir algo indescriptible. Pero si resuelvo la pregunta poniendo el verbo en pasado ya es otra cosa. El amor era la felicidad absoluta. Y más pretérito que nunca, más en la lejanía, yo era una buena niña. Educada, limpia…era un ejemplo de virtud. Ordenada hasta rozar el asco. Tenía las libretas más limpias del mundo, con sus márgenes marcialmente calculados. Mi goma blanca, mi lápiz afilado, mi boli sin un solo roce de dientes de leche. Escribía siempre al amor, sobre amor, sobre cómo sería enamorarse, amar o que me amaran. La perfección. Y los sueños, sueños son.
Hasta hoy.

Me puse a escribir y ni me molesté en buscar la goma, (ya luego la noté dando saltitos al lado de mi zapato), así que taché una y otra vez. Marqué con flechas y asteriscos. Puse notas al pie y notas entre notas. Rodee con un círculo amorfo lo más importante: teatro, cerillas, destornillador, pilas, llamar a Gus, tender la ropa, dos panes, un cuarto de calabaza.
Entonces miré seriamente mi material de escritura. ¿Qué es mi material de escritura? Algo que tiene vida propia y me ha torturado, como el amor, haciéndome chantaje emocional desde que tengo uso de razón, porque sujeto, verbo y objeto, serían la oración ideal:

Mantenme limpio en todo momento. Trátame con delicadeza. Respeta los espacios. Si cometes una falta, rectifica y punto. Cuidado con el fondo y la forma. No olvides los verbos, ni los contradigas ni los cuestiones. Pon los puntos sobre las íes. Si eres rebelde, aclara con comillas porque los puristas se ofenden y <<porsupuestísimo>>, cuida tu imagen y sé inolvidable.
Yo era educada ¡coño! Y limpia.
Entonces comencé a romper en tiras mi material de escritura y los rotuladores se apuntaron a la fiesta. Las carpetas se quitaron la faja y los clicks y las cartulinas salieron por la ventana. Claro que los lápices de colores reivindicaron la igualdad y, con el color de punta, salieron por el mismo sitio. La papelera respiró por primera vez en semanas y rodó por el suelo hasta el agotamiento al igual que yo. Y tengo una astilla en la retina, una autopista de colores en los muslos, restos de goma en los dientes, rastas de papel… y un resumen vena abajo, ahí donde las mariposas se vuelven loquitas suspirando que alguien les escriba que son la felicidad absoluta y sientan en primerísima persona; yo soy amar. 

viernes, 2 de diciembre de 2022

Lo sé

 

¿Y qué voy a hacer si ser mujer ya es una barrera, si mi velo es una frontera, si llevo escrito culpable en el color de mi piel? A Amalia se le daba bien eso de fruncir el ceño para no llorar. Fue lo último que escribió y nunca nadie leyó, como nadie la echaría de menos.

 

-No fue mi culpa, no lo fue, te lo aseguro. Anotaba en mi cuaderno cada detalle como siempre. Repasé cada movimiento desde antes incluso de salir de casa. Reconozco que tenía en la cabeza otras cosas porque después de vestirme mi madre me volvió a decir, con la misma pena de la primera vez, que tenía los días contados y que me casaría en breve. Entré a la escuela y me senté en mi sitio como siempre. Aquí, a tu lado. En medio, exactamente en medio del aula, con la distancia de cada día, la misma que nos hace parecer dos desconocidas que nunca se dirigen la palabra.

-¿Seguro que no fue por tu culpa, querida?

-No sé. No. Estoy convencida que no. He cumplido el Ramadán a raja tabla, he rezado mis oraciones y dado las gracias por la fortuna de casarme ya que no podré ir a la universidad por falta de dinero.

-Y no te diste cuenta de tu culpa.

-Mi culpa. No. ¿No? ¿O sí?

-¿Qué, qué me dices, te lo estás pensando?

-Quizá,  noté que algo rozaba mi pierna. Pero aguanté.

-¡Ahí está Amalia! ¿Lo ves?

-Tienes razón. ¿Y qué haré ahora?

Las dos quedaron en silencio.

 

-Sh,sh… Dime: ¿qué hiciste en realidad antes de que te atravesara contra la pared?

No hay cosa que haga tanto ruido como la impotencia.

 

-No sé Muerte. Creo que, me moví.




domingo, 20 de noviembre de 2022

Y qué de ti

 

Viene de la página anterior

...Llevaba sesenta años esperando a que la vida le diera algo,… ahora le tocaba tragarse la caravana subiendo Siete Palmas. Se había acostumbrado a verla desde la ventana. A reírse de todos los que salían a hacer con prisas la compras de las impuestas fechas navideñas. Se reía de las colas de cualquier restaurante de la playa, de la cola de la lotería… ¡Cómo las odiaba!

Regaban el belén, y las huellas del tractor comenzaban a desdibujarse por la arena. Buscó en el parque un sitio donde tomar una cerveza y comer relajada. Mientras le servían su paella, mínimo para dos, babeaba pensando en que no tendría que cocinar al día siguiente ni al otro pidiendo de antemano que le pusieran las sobras para llevar.

-¡Coño Rosy! -De un salto se puso en pie.

-¡¿Hola?!

- ¡Cuánto tiempo joder!  ¿Qué de ti, y tu gente?

Por más que miraba no sabía a quién saludaba. Dio las gracias al camarero pidiendo otra cerveza, Será un vecino de mi antiguo barrio o alguien de mis tantos curros.

-Soy yo, Carlos. ¿No me recuerdas, tan cambiado estoy?

-Carlos, Carlos. ¡Ah sí! –dijo por quedar bien.

- ¡Cooño Rosy! ¿No recuerdas? De la universidad. El Pana.

 

Joder, el Pana. Lo que me faltaba. Creo que tuvimos un morreo de seis segundos detrás del edificio de los seminaristas – se dijo mientras tomaba un sorbo del botellín.

-¡Carlos! ¿Siéntate? –Por lo que más quieras ni te sientes –pensó.

-No, no, que tengo prisa. Mira, esta es mi mujer y mi nieto.

La mujer la miró largando una sonrisa demasiado intensa para su gusto.

-La famosa Rosy –dijo mordaz la doña.

-Me casé ¿sabes? Tengo un hijo. Ahora está de viaje y ya sabes, los hijos no se van, y además están esperando gemelos. ¿Y tú tienes nietos? Tenemos que ponernos al día –decía mientras acariciaba la cabeza rapada de su nieto.

El jodido chiquillo comenzó a jugar con los bigotes que sobresalían de su paella calentita… Ella no apartaba la boquilla de la botella de sus labios disimulando para no responder al ataque de preguntas del Pana. El Pana, no recordaba ni su nombre.

-¿Y qué, has visto a la gente, Rosy?

-¿La gente? – negó indecisa. No conseguía imaginarse otra cosa que no fuera, Enano deja de manosear mi comida. Coño.

-Bueno yo sigo en contacto con casi todos…

El Pana seguía siendo el mismo baboso de siempre y a ella le sonaban las tripas mientras evitaba una arcada al recordar después de tantos años el morreo donde los curas. El escalofrío en el cogote rozó el pinchazo. Rápidamente su mano detuvo la sensación como quien intenta matar un mosquito en su propio cogote. El hombre era una cotorra:

-Sí, estuvimos todos en el funeral. Te echamos de menos tía. Todos te echamos de menos.

-Abuelo tengo sed.

-Sí, cariño.

-Y quiero pipi.

-Que sí, que ya vamos.

Su mujer seguía enseñándole los dientes y ya mosqueaba. Aquella sonrisa quieta sabía y le echaba en cara el morreo de su juventud con su viejo.

-¿Funeral? –preguntó al fin reaccionando.

-Sí. El de Esteban, Rosy.

-Esteban –suspiró como ida.

-Se tiró del puente Silva. Una pena.

 

..y aquí estoy en esta mierda de caravana haciéndome la pregunta de siempre, que cómo pudo Esteban después de lo nuestro no volver a llamarme. Qué como pude yo, ¡yoo! esperar cada día saltando como una cría cada vez que sonaba el teléfono convencida de que era él.

 

Mi teléfono suena y escucho el audio.

Hola mamá. Pasaré mañana para ir a dar de baja a tu coche y si te parece desayunamos juntos. Ya verás que no lo echarás de menos. Además a partir del uno de enero las guaguas serán gratis. Espero no volver a discutir contigo eso de la edad, ¡¿Eh!

 

Le respondo mirando de reojo al policía que gobierna la rotonda con un estruendo de silbato.

 

Está bien, cariño. Me rindo. Se acabó el conducir. A partir de mañana <<me dejaré llevar>> Por cierto Esteban, ahora me pillas en caravana pero… ¿recuerdas eso que jamás quise responderte? Ya va siendo hora de que sepas al menos su nombre.

 

 

 

sábado, 10 de septiembre de 2022

Noticias

 Apuñalan a una mujer durante la madrugada. Todo apunta a un robo.

Roberto, a pesar de tiempo transcurrido, no ha conseguido borrar las manchas de sangre. No deja de pensar en su madre y en que ayer fue su aniversario.
El periódico de hoy le desquicia.
-¡Qué mierda de titular! Una mujer dice. Una mujer no, una madre. Una madre que salió de la farmacia de guardia, que no llevaba dinero y no mintió al decirlo, mientras forcejeaba con el bolso para sacar la medicina antes de entregarlo a su asesino de sus propias manos. Unas manos blancas, llenas de surcos y de callos cansados. Una mirada dulce que suplicaba dejarla ir donde su hijo porque tenía fiebre. Una que mantendría su palabra de no denunciar lo ocurrido. Y como todas las madres, cumpliría. ¡Una madre coño! De esas que se aflojan el pañuelo del cuello y se ponen el delantal desde que entran a la casa. Esa madre que anoche se aflojó el pañuelo con el que intenté taponar la herida, Dile a mi hijo.
Pero ya se iba. Se iba a casa con la mía, adonde no se me permite entrar por mucho que arrepentido quiera devolver el bolso y sacarle la navaja. Porque, cuando matas a una madre, aunque sea sin querer y acabes entre rejas, quieres volver a casa, pero el diablo no te deja.
No hay ninguna descripción de la foto disponible.

Me han robado un beso

 Me han robado un beso: tenía una copia en mi boca, en mi corazón y en mi alma. Tenía copia en mis últimos treinta poemas, en mis sueños y en mis esperanzas acabadas. Y es que dio un beso al frente y el puzle no encajaba.

Yo bebo, fumo, lloro, mucho, muchísimo y para colmo de males escribo, Y sí, Llámame malcriada.
Pero él continuaba anclado a mi boca como si fuera un oasis o tuviera hambre atrasada.
Pensé en que la muerte lleva tiempo pisándome los talones. Que hoy la primavera se llama verano y el frío invierno reta al otoño y no condiciona a una poeta.
Entonces me apretó con fuerza. Le puse una mano en el pecho en sentido contrario. Así, como ladeando la cabeza. ¿Y si era el paraíso y no el infierno que esperaba? Quizá un espejismo. ¡Total, ya qué estaba!
Será que me siento sola y desconcertada porque han llegado a la conclusión en Internet de que Amar es como un plan malvado que intenta jodernos la vida.
Pero él seguía y yo no me dejaba cuando sus manos hacían la desescalada y yo las devolvía a sus orillas porque no sentía nada de nada. Bueno sí, que me habían robado un beso y me sentía desconsolada, como cuando se me perdió mi madre o él dijo hace treinta poemas que no me amaba.
Incliné la cabeza un poco más a la izquierda y suspiré aquel beso que se me alarga. Y mi mano cerró el puño con las uñas clavadas.
Pienso en eso de ser senil porque no hay otra forma de perdonar y en que estoy condenada a escribir todo lo que me viene a la cabeza.
Entonces recuerdo lo que era Amar; aquella ventana que ni a pedradas rompía una puerta, y siento que quiere taparme la boca un cuerpo ajeno y que para eso estoy contraindicada.
Y es que yo ¡por el amor de Dios! yo creo en el Amor verdadero, en el multiverso, en los Reyes Magos, en los milagros, en el curasana, en el “Ya quedamos si eso”.
Entonces le digo, No puedo, Al menos por ahora.
Y llora como un niño, y la culpa deja pasar al consuelo diciéndome duras palabras, Hay otro, Lo sé, Se te nota en la mirada.
Puede ser una imagen de una persona y texto que dice "Son"

Leve distancia

 Será cuestión de sobrevivir, me dijo. Me preguntó en qué parada tenía que bajarse. Iba de papeleo a Vegueta. Quería que un abogado le explicara el documento que llevaba en las manos. Yo leía en ese momento sobre; Miriam Toñi y Desiré; siempre se me encoje el alma cuando leo el cachondeo que se traen y termino encabroná.

Ella acababa de llegar a España con su familia por algo de un trabajo de su marido. Me dijo que en su país también sucedía, Más de lo que se sabe; sólo que no es noticia. De paso aprovecharía para solicitar el contrato de consentimiento, Porque la vida ya es demasiado perra como para que mi marido termine en la cárcel por culpa de la leve distancia en la que un “No” precede a un “Sí”