Dicen que dios le da sombrero a
quien no tiene cabeza, será que solo tiene corazón. El último modelito no ha
sido para mí, color verde esperanza, verde hierba, verde envidia. Amó la
belleza y la juventud, mas yo lo sabía. Fui su maniquí; un escaparate que lucir
entre tantos menganos envidiosos de su posesión. Siempre esperanzada de que
algún día me quisiera. Sabía que tarde o temprano, este su maniquí, no le sería
suficiente, en realidad jamás amó mi interior. Le entregué mi juventud y donde
sonaba cruel yo hice sonar tambores, platillos, bongos, reanimando sus recaídas
y tomas falsas. Ahora me siento como una hermosa manzana que partes y está
podrida por dentro de tanto manoseo o golpe, y ya se sabe qué se hace tras
partirla ¿verdad? Él me amó sí, como la carcoma a la madera.
Que penita, muy bien redactado.
ResponderEliminar