Al llegar al parque conecté la radio y comencé a correr,
despacio, observando, vaciando la mente y concentrado en mi respiración. Era la
primera vez en mi vida que me daba por hacer deporte. La vi desde lejos.
Llevaba gafas de sol a pesar de estar el día nublado, un enorme bolso rojo
colgado del hombro que dejó caer lentamente hasta descansar en el suelo.
El corazón se me puso en un puño al verla inclinándose para precipitarse
al vacío.
-¡No lo haga! -grité mientras la agarraba fuertemente
contra mi cuerpo.
-¿Qué hace, pero qué? Por el amor de dios qué susto me
ha dado. Sólo iba a tomar unas fotos con mi móvil y quería calcular desde
qué punto para que salieran mejor.
-Lo siento, pensé que.
-¿Qué pensó, que iba a suicidarme?
-Sí, lo siento. ¿Le gusta la fotografía? -titubeé.
-No estoy segura -respondió.
De repente carcajeó y se quedó mirando no sé adónde,
ya que continuaba con las gafas de sol. Ante la duda me quedé con ella
mirando desde aquel puente el andar del río. Estaba tan callada
que comencé hablando del tiempo y terminé por contarle la historia de mi
ex, porque hoy día casi todos tenemos un ex, y no se me ocurría otra cosa,
aunque podría haberle hablado de lo cara que está la cesta de la compra, pero
sabría que soy algo desastre y que me dejo estropear en la nevera todo. Hoy por
ejemplo, lo único que dejé útil en espera de ser utilizado fue un tomate. A lo
que iba. Le conté así sin más la cantidad de años que perdí por pensar que
estar con ella, con mi ex, no se me pierdan, era infinitamente más soportable
que estar solo. Luego comencé a contarle la otra historia, la de mi trabajo y
di un parón en seco al dame cuenta que ella solo decía "sí, no, te
entiendo" a todo lo que yo decía. ¡Me estaba escuchando sin conocerme de
nada toda aquella cantaleta! Así que le dije:
-¿Te apetece tomar un café, un refresco, algo? Llevo más de
una hora hablando de mí y no has dicho nada-.
Ella se inclinó a buscar el bolso que aún seguía en el
suelo. Yo se lo acerqué rápidamente, pecando de caballero, lo abrió, sacó un
cepillo de pelo pidiéndome que lo mantuviera y luego una especie de palo de selfie, presionó un botón al tiempo que se colgaba el bolso. Entonces vi que
se alejaba mientras tentaba por el suelo un bastón. Se alejó unos
pasos y se giró sonriente diciendo:
-¡Qué! ¿Te vienes a invitarme a ese café? -Ofreciéndome su
brazo.
-¿No dijiste que ibas a sacar fotos?
Se alejaba a paso lento esperando a que yo me acercara,
pero me quedé pegado al cepillo del pelo mirando el río, la altura, el suelo y
corrí, corrí como nunca a su lado.
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