Donde me queda algo intacto no es que nadie alcanzara. Ahí mismo se quedaron todas las ganas, marcharon
sin exigencias marcadas. Desde mí se arroparon sin desgastar mis sábanas, mas
dejaron un lamento que ralla de sal el alma. A ver: no es que partieran
voluntariamente. No es que yo les dijera vete ni un vete me impusieran. Fue
como cuando escribo fingiendo que no siento lo que siento y resulta que no
puedo dejar de sentir... Inevitable.
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