Creo que me quedé grabada
en su retina y fue por eso que mi cuerpo reaccionó con una especie de temor
agradable, atrevido, agresivo e incluso sexual. Él me hacía mirar y retirar la
vista como si de algo malo se tratara. Algo incómodo me seducía e impedía sostener la mirada. Me sentía atrapada, envuelta en algo que no quería que me soltara. Ya no le recuerdo. No me dio
tiempo a mirarle lo suficiente y mucho menos fui capaz de intentar conocerle,
pero se repite a cada rato con algún que otro extraño que se atreve a clavar su
mirada mientras, sin aún cerciorarme, mi cuerpo revolotea en su búsqueda
luchando contra una energía innegable.
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