domingo, 18 de julio de 2021

A tu pregunta:


¿Por qué la gente está loca? Pues mira: nacen libres de prejuicios, pero horas más tarde los obligan a sonreír, a que se unan a la fiesta. Es la forma que tienen de aparentar felicidad. Y ponen un reloj a su lado. Luego aprenden a amarse como los aman los demás, y así les va; buscando la felicidad en los otros, tan egoístas como sí mismos. La libertad se convierte en un disfraz que te dice: cómo vestir, hablar, qué comer, qué te tiene que gustar… cómo actuar. Destruyen todo a su paso y no aceptan equivocarse. Riegan el Amor de miedo y a la Indiferencia la secan al sol –¡con la peste que da!-. Limpian sus culpas plantado un árbol después de haber arrasado un bosque. Luchan por sus derechos, pero no los ejercen –y mira que comprueban, genéticamente, que no nacen con el don de destrozar vidas-.
Y un día, después del duro trabajo, te das cuenta que te enseñaron a no ser capaz de hacerte cargo de tu propia vida. Pero no lo aprendiste. Observas tus manos, triste ser humano, desgastas las canas y deshaces los sueños, y te ves hablando solo con un árbol que creció libre y sin miedo, al borde de un abismo. Y entonces le preguntas que si la gente está loca.

Te recuerdo

Hoy me acordé de ti como todos los días. Aquel roce del sin querer para que jamás nuestros codos se separaran. Cuando sonreías y me descubrías mirando y yo esquivaba la cara pero nunca la mirada, que se quedaba clavada en tus infinitos ojos negros. Me gusta pensar en ti y en tus carcajadas contagiosas, en como de repente cambió tu cara para robarme ese primer beso que se repite en mis recuerdos, con los ojos cerrados y los brazos abiertos, a veces con pasión, y hoy ruego por compasión. Aún recorre mi cuerpo como un fuego que arde y no quema. Hoy tengo un Reto conjugado de esta manera «El tatuaje se deslizaba sobre su piel, retorciéndose y cambiando de forma...»; como el beso primero que no olvido, ni el siguiente ni el último, que recorre mi mente y consuela mi alma, recorriendo mis labios, secando mis lágrimas antes de tu temprana partida.

Teoría del Todo.

 



Qué ignorante creer que soy distinta si la premisa es que somos iguales (¿probable, posible?)

Cuando me partí la sesera contra la puerta grande me dije: bienvenida al mundo real, hemos llegado por fin a este extraño planeta que no toma en cuenta la cantidad de atardeceres y trata como enemigo al amor y todo lo demás como al mejor de los placeres.

Tampoco es para tanto (ahondo en la herida) será cuestión de suerte si mis ojos no andan con tantas ganas de verte.

Tampoco es tan tonto (supongo), Windows más o ventana menos, pensar que mandar a la humanidad a la porra por falta de tacto sea lo más sensato.

Es increíble que aun los pájaros me sigan mirando como si no me conocieran o que los perros pretendan una amistad (pienso ahora) y que ser “humano” siga siendo un halago o la excusa perfecta para eximirnos de una carga.

Estoy convencida (cotorra de mí) de que escribiendo me desnudo con mis mejores galas (aunque esté pasada de moda) y el alma se me sigue consumiendo en un ingrato pis pas.

Y puede, puede, puede, que algún día, después de tantas metas, resoplando una sonrisa, algún desconocido dolido me llame, como quien no quiere la cosa, al fin Casualidad.

Y así con la derrota entre mis manos culpando a este planeta por crear cosas maravillosas (el más certero motivo) mis letras resuciten de un campo malva por la puerta de atrás y el viaje mereciera la pena del Todo.

 

miércoles, 23 de junio de 2021

Te lo juro

 Te lo juro: fue como beber el mar de un solo trago. La arena a su temperatura adecuada, no había un bosque de sombrillas ni cuerpos aceitados a la brasa, aunque el sol se escoró en mis hombros presenciando el romance como un simple espectador. Le miré temblorosa cuando apartó el cabello con malicia dejando correr sus manos caderas abajo porque lo quería allí y a aquella hora. Con cada beso se entrecortó el vuelo de mi alma. Mi cerebro no supo qué decir cuando la leve brisa azul cerró el paso de su contenido y yo peleaba con la vida. Cerré los ojos presionando los párpados para volver a mirarles desde lo alto de la nada. Tapé de golpe el quejido de la ventana de mi boca, y ahí, la razón en su justa medida, se preguntó quién sería la oportuna seductora que se arrodilló en la arena. Al final la tomó de la mano, y al esquivar el zarpazo, devolví la sal a su lugar más preciado cuando me empujó el dolor. Jamás olvidaré aquella playa tan llena de mentiras: te lo juro.




Quién sabe.

 Si hubieras estado aquí estarías a tus anchas, me quitarías el sitio y los besos que me sobran, y no me quedaría otra que pegarme más y más a ti, anotando entre tus piernas que hemos alcanzado el éxtasis por segunda vez.

Si hubieras estado aquí, podría espantar a toda esta gente de la fila. Con cara de boba diría bajito, Sígueme el rollo. Y en voz alta, Cariño: tu novia está detrás. Y responderías, Voy a saludarla.
Si estuvieras aquí, me dirías que menos hielo, y yo que más cola y sin limón. Y después del potingue susurraríamos al unísono, ¿Quién dijo miedo? Y lo haríamos.
Si hubieras estado aquí, no me habría marchado a comprar flores, ni caminaría por Triana justo antes de las once importándome poco el toque de queda, ni vería bobocientas veces nuestra última película, -fuerte mierda, ¿verdad?- ni pensaría que esta canción que suena es ahora más quimera que nunca, porque espero un milagro.
Si hubieras estado: no estaría escribiendo algo tan efímero, no al menos aquí, sino intentado acabar mi primer sudoku en tu espalda.
Si te hubieras quedado tan solo un poco más, no habrías pensado que esto de quererte es un plan malvado para jodernos la vida.
Si estuvieras aquí y ahora: la nostalgia no me preguntaría, ¿Cómo juzgas a quien no ama? Ni yo a quien se enamora.
Y es que, querido amigo: nadie debería jamás dejar algo así a medio hacer; con la vergüenza revoloteando en el estómago y el corazón en medio de un campo de ruinas.

Quién sabe…

Te voy a querer

 Dicen que mujer precavida, sale con dos. Pero en un corazón que ama no se aman dos batallas. Te abrazo como a un osito de peluche y tú te devuelves como una mantita recién sacada de la secadora. Cuántas veces tendré que repetirte que me quieras: “No hay alma que no llore por tu ausencia… Y al ver que tú por nadie te interesas, todos cautivos a tus plantas caen”

¡Mira que eres testarudo!, y yo quiero que me quieras así; sin más, porque yo lo digo, porque te lo dicen mis palabras, mi lengua –corporal- y eso que despierta a esta perra cuando estás a mano, que no se sabe de dónde sale, pero se entiende. Sin embargo no me haces maldito caso. Como tampoco lo hacen las uvas que celebran cada final. Así que por mucho que ladre esta perra: cambio de planes y que sea lo que dios pretenda. Y si muerta la perra se acaban las ganas: a partir de ahora quieras o no quieras te voy a querer yo, -¡acabáramos! garabato de mis dilemas-, como la carcoma a la madera o como se quiere a cualquier lunes por la mañana aunque sea fiesta.

jueves, 3 de junio de 2021

La playa

 

Te lo juro: fue como beber el mar de un solo trago. La arena a su temperatura adecuada, no había un bosque de sombrillas ni cuerpos aceitados a la brasa, aunque el sol se escoró en mis hombros presenciando el romance como un simple espectador. Le miré temblorosa cuando apartó el cabello con malicia dejando correr sus manos caderas abajo porque lo quería allí y a aquella hora. Con cada beso se entrecortó el vuelo de mi alma.  Mi cerebro no supo qué decir cuando la leve brisa azul cerró el paso de su contenido y yo peleaba con la vida. Cerré los ojos presionando los párpados para volver a mirarles desde lo alto de la nada. Tapé de golpe el quejido de la ventana de mi boca, y ahí, la razón en su justa medida, se preguntó quién sería la oportuna seductora que se arrodilló en la arena. Al final la tomó de la mano, y al esquivar el zarpazo, devolví la sal a su lugar más preciado cuando me empujó el dolor. Jamás olvidaré aquella playa tan llena de mentiras: te lo juro.