Hay una playa en la que casi nunca sale el sol. Si así fuera
sería perfecta. La pasean los solitarios en todas las versiones en las que
querer estar solo, o un rato, se convierte en una imperiosa necesidad y en la
que sin saber el porqué se sienten plenamente acompañados.
Es el lugar donde estás
a salvo del ruido, del desamor, de las viejas batallas, de las cotidianas
guerras. Donde se aclaran las ideas, donde la tristeza desaparece, donde el
aire te llena, donde los pies se descalzan y se desnudan las mentes. Donde la
imaginación se desborda y también se presiente, que se estaría bien viviendo en
ella… si no fuera porque casi nunca sale el sol. Tan apartada del mundo que muchos querrían quedarse para siempre pero
siempre terminan marchando. Dicen que nunca se olvida y alguna vez en la vida se termina olvidando. Y juramos, ¡juramos volver!… pero nunca se regresa.
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