jueves, 16 de agosto de 2018

TAN CORTÉS


 Malamente empezamos –pensé-, pero por cortesía no le dije nada y por cortesía trajo la botella, y seguro que por cortesía o por pensar que era una broma no dijo nada a mi respuesta cuando le invité a cenar y me preguntó si traía algo y yo le respondí que una cruz y una estaca…se lo tomaría a broma porque apareció con una botella de vino de Tenerife y ni rastro de lo que le pedí.
También me dijo que no tenía en realidad mucha
 hambre mientras me daba un beso con sabor a cola cao -groso error no lavarse los dientes, no soporto a un hombre sin higiene dental, y otras malas higienes-. Pero yo tenía un hambre increíble. Me devolvió el libro “Los Navegantes” –sin leerlo, eso se nota-. Me lo pidió con la excusa de volverme a ver en realidad. Un libro de tantos que está en ese grupo  -último estante a la izquierda junto al álbum de fotos de familia-, en los que seguro que lo poco que sé de la vida ya está contenido en ellos y bien redactado.

Abrió la botella de vino y se me hizo la boca agua. Casi se me notaban los dientes afilados y el aliento a fiera. Pero preferí esperar. También por cortesía. Puse música en mi viejo tocadiscos; un solo de piano de Michel Legrand - I will wait for you. Ya había pensando cómo terminar mi larga muerte, esa misma noche y con su ayuda, y qué BSO sonaría, pero él encendió el ordenador y dispuso del ratón a su antojo diciendo que yo no entendía de música, que estaba anticuada y qué mejor que la bachata de Romeo para amenizar la velada. Sin cruz y sin estaca me sentí perdida, desolada. Él no me había entendido y quizá por cortesía no se lo dije ni el preguntó. Entonces le miré; desprevenido y falto de reflejos, balanceándose en mitad del comedor, tendiendo su mano e invitándome a bailar, con el ratón del PC aún en las manos. Abrí el cajón de las mantelerías, tomé la pistola cargada con dos balas de plata y me acerqué a la bestia sin apartar la mirada, y con la sangre fría, y por cortesía…lo besé.


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