miércoles, 26 de septiembre de 2018

DULCES SUEÑOS.




Alcé mis ojos y pude comprobar que la noria rozaba el cielo, que había mucha gente pequeñita en lo alto que se hacía grande en la bajada. Que algunas parejas bajaban besándose y otras subían abrazadas. Que los de atrás jugaban a alcanzar a los de delante.
– ¿No subes? –me dijo aquel chico mirando el puñado de tiques sin estrenar que yo llevaba en la mano.
–No, soy muy pequeñita y no me lo permiten.
–Hay atracciones también para ti
–Sí. Lo sé.
Me subí al caballito mientras él se alejaba mirando hacia atrás sonriéndome con un guiño mágico. Giré y giré montada en aquella fiera estática de color blanco que me llevaba al galope soportando mi delicado cuerpecito sobre su lomo sin dejarme caer. Agarrada a las riendas plateadas intentado alcanzar al caballo que iba primero no me importaba ir tan atrás, ni tan lenta, lo importante era la maravillosa carrera.
Cuando terminé de girar en el tiovivo  me senté en un banco y volví a verle. Él gritaba y reía desde la montaña rusa levantando los brazos en las más peligrosas curvas. Me dio un vuelco el corazón de pensar que podría caer pero se me pasó rápido, porque también pensaba en lo bien que se lo estaba pasando y que cuando yo creciera haría lo mismo, podría subir a cualquier atracción  ya que mi tamaño no sería un problema… Sin darme cuenta sonreía de nuevo e incluso carcajeaba al escuchar sus gritos.
Poco después me fui al puesto del algodón de azúcar y me permití uno. Iba tomándolo despacio, sintiendo su nube rosa, espumosa y delicada en mi boca, chupeteando mis dedos, viendo  cada atracción y la reacción de la gente. Los niños gritaban “mami mira” desde las sillitas giratorias, las parejas se besaban en la noria, se escuchaban los gritos que salían de la casa del terror –ahí volví a carcajear algo nerviosa–, los disparos de escopetas de balines, las tómbolas… Puse una moneda en la máquina de la fortuna y salió una tarjetita que guardé en mi bolsillo para leerla en otro momento porque no podía dejar de mirar todo lo que acontecía a mi alrededor…Olía a caramelo, a castañas y carbón, a roscas de fresa…a la entrada del otoño.
Entonces volvió a aparecer.
–Ven, dame la mano.
– ¿Qué?
– ¡Vamos!Dame la mano.
Le di la mano sin soltar de la otra el palito del algodón de azúcar que se iba rozando por las ropas de toda la gente mientras él tiraba de mí con entusiasmo sin tener en cuenta mis cortos pasitos.
–Ahí no podré subir.
–Sí que podrás
–Viene conmigo, –le dijo muy serio al feriante que ya tenía preparado el argumento del por qué alguien tan pequeño no podía subir sola a la atracción.
Yo temblaba de emoción y algo de miedo. Nos pusieron el cinturón de seguridad. Las barras bajaron lentamente hasta depositarse a la altura de nuestros muslos. Mi respiración era un disparate y mi corazón tenía prisa por dar la orden de avanzar. El vagón comenzó a moverse por aquella vía recta. Él pasó su brazo sobre mis hombros y apretó su mano acercándome más a su cuerpo a modo de protección. Me miró a los ojos con un brillo verde mágico sonriendo. Entonces empezamos a subir lentamente, lentamente, lentamente…
Su mano en mi hombro comenzó a  zarandearme.
–Señora, señora. ¿Se encuentra bien?
 Abrí los ojos y noté que algo  tiraba de mi pelo. Era el palito del algodón de azúcar pegado entre mi cabello y el banco del parque.
–Sí gracias agente.
– ¿Quiere que avise a alguien?
– ¡No por dios!..., estoy bien, gracias. Seguro que me quedé dormida. Dos litros de sangre dispuestos a hacer mi digestión de chuches… Ya sabe.

Me puse en pie, recogí las cáscaras de castañas y las amontoné cuidadosamente dejándolas caer sobre el papel blanco en el que me las habían servido y puse el palito del algodón de azúcar encima con cuidado de no manchar el banco con los restos. Tomé un sorbo de agua. Saqué servilletas húmedas y limpie mi cara y mi pelo. Metí la mano en el bolsillo y sin mirarla, pegue al palito la tarjeta que había sacado de la máquina de la fortuna. Me crucé el bolso como siempre y como siempre tiré todo a la papelera del parque…y me fui a casa.



Imagen sacada de a Web.

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