En el coche ya chirreaban los tornillos del trasto ese que
ponen para que te agarres en las curvas. Me costó soltarlo. Yo iba callada,
pero mugiendo como una vaca sintiendo que las contracciones ya no tenían
espacios de descanso, maldiciendo a quien dijo que si respiras y te calmas es
más llevadero. Cuando llegamos al
hospital eran las seis y media de la tarde. Diez minutos después ya había
nacido. No tengo mucho que contar porque diez minutos te dan la vida, o te la
pueden quitar. Diez minutos en que hasta yo me quedé asombrada cuando dijeron
no empujes, ni se te ocurra, y ella salió sola sin molestar a nadie. Enredada
en el cordón como un mariachi y sin resuello creí perderla, pero fueron cosas
mías. Todo estaba genial y lo sigue estando. Diez minutos para volver a amar
como nunca nadie amó antes. Alexandra; mi amor; Reina de vida: Feliz 22
cumpleaños.
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