Ellos no se dan cuenta. No tienen por qué. Recogen todo y
por primera vez será sin yo imponérselo. De repente el orden es un caos. Puede
que digan que ya volverán a por el resto o que lo tires, o lo regales y aún así te cabrees porque después de todo, es
tu trabajo deshacerte de los trastos que no se llevan. Sin embargo… lo acomodas
por la casa, estirando para que parezca que cada objeto, por pequeño que sea,
ocupa el enorme vacío que dejan. La muñeca de Sofía, el walkman de Alex, el
mapa de Julián… ¿Por qué algo que debería hacerme feliz me duele tanto? Brindo
por su partida como brindé, y volveré a brindar, con ellos sus logros,
superaciones e incluso tristezas de las que aprendieron. Brindo por mí que lo
he logrado coño… por el espacio enorme que tengo para mí solita, por todas las
horas que no pasaré buscando una camiseta preferida, peinando muñecas, haciendo sus deberes, escuchando esa
música moderna que me vuelve loca, y ahora pongo bajito para sentirme
acompañada. Brindo por el jodido silencio que me gano en recompensa, y el espacio
que lleno con la mirada en espera... por si regresan.
No hay comentarios:
Publicar un comentario