martes, 3 de diciembre de 2019

No, no matarás


Hoy lancé una rosa al mar, y mientras se alejaba  a buscarlo recordé, que no era yo quien se ahogaba ni él quien se quería salvar.
Me olvidé hasta de escribir. Subida a aquella tabla  como quien hace alpinismo y planta bandera al llegar, escribimos con arena y un viento huracanado: No, no matarás.
Lo hicimos… rugiendo como el mismo mar. A contracorriente los ojos. Las miradas al azar. Con los brazos en cruz, sintiéndonos flotar.
-Tócame -dijo- como burbujas de sidra entre abrazos, a brazadas, que estoy cansado de nadar.
Mi boca, propensa a marearse, se aferraba a su boca como a un remo, y en la embestida dos olas chocaron con delirio y fuerza a ver quién lamía más, hundiéndome en un abismo donde olvidé respirar.
Luego, exhausta en la orilla mojada después de llorar, envuelta en espuma  y escamas, y las caderas saladas más allá de las burbujas, a aquel madero a mi espalda le atravesé mis uñas al leer que al otro lado él me clavaba un anzuelo: Criatura: lo tuyo siempre será escribir.

Hoy lancé una rosa al mar pero dejé las espinas y un mensaje en la botella: “Lo tuyo siempre será nadar.”


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