Dicen que es del tamaño de un puño este músculo que duele, ¿Del
puño de quién?
Todas las veces me he
convencido de que no cabe una más. Intento
acomodar cada herida en este pequeño corazón hecho a saber a qué medida. No recuerdo
cuándo comenzaron mis latidos a organizar las despedidas, son tantas en tan
poco tiempo, con ese desorden de prioridades que tiene la muerte dejándonos con
el alma helada.
Me siento tan frágil que creo que si me dieran el abrazo que
agasaja cada lágrima dolorida, y ahora se nos niega, me quebraría en mil
pedazos. Mil, por decir una cifra, ya que todo se mide, se enumera, se
encasilla, se calcula… La misma cantidad de heridas que forman todas las
partidas a las que me enfrento con el puño cerrado, a corazón abierto.
¡Ay,que dura se hace esta parte de la vida.
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