Nunca sería parte de un gran libro de historia, ya tenía con la de su fracaso.
Cuando a uno le falta de todo, incluida la prisa, al resto se nos queda cara de “termina ya”, manos de “te ignoro” y pies de “si paro me quedo clavada sin saber qué decir”. So boba.
No recuerdo el día exacto pero sí qué sucedió. Yo atendía el móvil antes de entrar al zaguán, por aquello de perder la cobertura en el ascensor, cuando le vi ordenando la manta, acariciando a un perro canelo regordete, que se amodorraba en la desvencijada manta, y colocando los zapatos, uno pegadito al otro,- no coincidían ni en modelo ni talla-. Se sentó y ordenó unas letras de colores que marcaban el día siguiente de la semana; jueves. Peló una de las dos naranjas que tenía en el canguro de la sudadera y le dio un gajo al pulgoso. Éste se lo tragó sin saborearlo. Abrió el libro engurruñando los ojos para aclarar su cansada vista y se sumergió entre las letras. Olvidé por un instante de qué hablaba y fijé la mirada en el título mientras me alejaba pensando en cómo era posible que alguien que leía una obra maestra durmiera cada noche cerca del portal donde yo, que no leía un buen libro en meses, descansaba plácidamente.
Siempre me pedía un cigarrillo. Cuando la confianza empezó a dar asco comencé a ofrecerle otro. Él lo encendía con los ojos cerrados, como si quisiera atrapar un hermoso y placentero recuerdo. El mío se consumía entre mis dedos escuchando sus historias de amor, juegos y alcohol. Antonio, que así se llama, había heredado un desguace tras la muerte de su padre. Pero en Tirajana las apuestas salen tan caras como en cualquier parte, y una cosa llevo a la otra, y la otra fue perder el negocio, la parienta y los hijos, una noche en que creyó que tendría al fin buena mano. Y la mano se le fue. Desde entonces limpia los coches de la zona y guarda tres euros para beber sin falta y comer cuando puede.
A veces me dan ganas de meterlo en mi casa. En mi ducha. Trasquilarlo, y al perro, y meterle en la cama. Pero, al contrario que él, que lee cada noche La Biblia, me sobra miedo y me falta vocación.
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