sábado, 28 de junio de 2025

Creador

 A veces caigo en la tentación y me asalta la idea. Me siento a ver si se calla mi discurso interno.

Será que Tristeza comienza por “T” y termina con el tiempo.
O será que Guerra comienza por “G” y pudiera ser sinónimo de tristeza. Claro que cualquier etcétera se avergonzaría de simular siquiera su nombre, creador del cielo y de las guerras.
Este paisaje le sentaría genial a la Paz. Ayudando a mantener eso que llamamos “pies en el suelo”.
A veces caigo en la tentación de creer en Dios, pero no es buena idea.

ESCALADA

 En realidad yo no era nadie. Temblaba arrimada en aquella estantería escuchando que ya tendríamos que estar en el sótano. No nos dio tiempo. El más antiguo, que había sufrido demasiadas heridas en otras guerras y un trasplante de pergamino a papel, susurró que estaba listo. Algunos rezaban todo lo que sabían mientras otros tantos calculaban en qué momento exacto iba a suceder. Los ubicados dos estantes a su derecha cuchicheaban que ya lo habían advertido, Escrito está. La historia tenía claro que habían muchas páginas aun por escribir. La poesía se quedó sin palabras al observar a los de la entrada a la izquierda, Espirar, exhalar, ¡Repetimooos!

Luego todo fue un caos, porque salí despedida intentando cerrar mis páginas abiertas tras el impacto, creyendo ver a los más pequeños abrazarse al colorín que estaba más colorado que nunca y a un lápiz tan asustado que se partió en dos. La tinta lloraba.
Nadie volvería a saber de mí ni de mi autora. Las dos moriríamos sin saber el por qué. Quizá quemadas, quizá en ese instante…
Entonces me tomó entre sus brazos, abrió mi tapa y me hizo el boca a boca.

LA MAR DE MENTIRAS


 LA MAR DE MENTIRAS

Mamá dice que papá volverá en la próxima marea. Hoy está muy pálida. Dice la abuela que la fiebre ha bajado y por eso mamá se ha vuelto charlatana y no me suelta la mano. También dice que papá era un templario con arte en el codo, que templaba el timple y el aguardiente y las papas arrugás.
Mamá siempre fue más de escuchar, en eso no salió a la abuela que cuando no habla reza. Mamá me acaba de contar cómo conoció a papá en las fiestas de San Cristóbal, cuando a ella se le echó a volar el pañuelo que rodeaba su cuello y por poco lo pierde para siempre, pero papá lo rescató de un remolino de viento que en realidad, los unió para siempre cuando ella le dio las gracias y él la invitó a bailar, un solo baile, en la verbena y mamá le concedió todos y cada uno.
En casa se mide el tiempo en mareas o en lunas. A mí, medir en lunas me gusta porque me recuerda a los indios americanos y todo ese ritual que les define como amantes de los astros, y de la Madre Tierra.
Desde mi ventana se ve el mar. Me gusta mirarlo mientras sujeto la jarra de caracolillos con una mano y con la otra remuevo escuchando su sonido seco contra el cristal.
Dice la abuela que si el cielo está rojo y se ve Lanzarote es que lloverá de seguro. Me gusta contar las olas y esperar la número siete, a ver si es cierto eso que dice mamá que la séptima suele ser más alta y si la marera está baja es la que más se extiende en la orilla.
Yo aprendí a nadar en esta playa del Castillo. Un día mamá me lazó mar adentro desde la orilla y dijo, ¡Nada!, y nadé. Así la enseñó el abuelo y así aprendieron todos los del barrio marinero.
Mamá me ha pedido que le vuelva a leer el libro de Cuba, creo que así pretende que me guste algún día Lorca, pero soy muy pequeña y no entiendo lo que leo.
El aullido lastimero de un perro me hace subir a la azotea. Desde aquí no puedo verlo pero veo como respira el faro esta noche como mamá respira; pausado, largo, pausado, largo... Mamá me contó, también, que en el faro dio su primer beso a papá y que siempre fue su punto de encuentro. Claro que estuvo a punto de ingresar en un convento, pero mi padre le dijo que si lo hacía no habría abadía en la que no empinara el codo, así tuviera que hacerse abad de las puertas del infierno. También fue ahí donde le pidió que se casara con él (la abuela me contó que cree que fue ahí donde aparecí yo en el ´último disparo).
Nunca he ido al faro de noche, mamá no me deja. Dice que el farero tiene que estar pendiente de los barcos y puedo distraerle, y si papá viene de donde los nipones, y el farero está distraído, dios nos asista. Mamá también me habló de la muerte comparándola con el mar, Siempre está ahí por mucho que las olas mueran en la orilla, no hay que tenerle miedo pero se merece su respeto. Lo que no entiendo es por qué me dijo que el mar da vida a quien está a su lado si lo compara con la muerte.
Ahora voy a preparar la cena. Del chinchorro han salido unas sardinas bien gordotas y tengo hambre. Mamá lleva tres días sin poder comer y la abuela está preocupada. Siempre que se preocupa se frota las manos en el delantal aunque las tenga limpias. No sé si despertarla o esperar y cenar juntas.
Hoy la luna no aparece y el mar está llorando contra la ventana del cuarto de mamá. La abuela insiste en que coma algo porque ya es tarde ya que mamá no tiene hambre, y dice que pronto vendrá el cura y que tiene que ser pecado que mañana se lleven las cenizas de mamá al faro y las tiren a la marea junto a las de papá. Siento que el mar se ha detenido y mamá tenía razón en una cosa, papá volverá en la próxima marea, pero la muerte es como el mar que tarde o temprano te devuelve lo que te quita después de haber tocado todos los fondos, pero yo hoy le he perdido el respeto y he comenzado a entender a Lorca.
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Calles

 Nunca sería parte de un gran libro de historia, ya tenía con la de su fracaso.

Cuando a uno le falta de todo, incluida la prisa, al resto se nos queda cara de “termina ya”, manos de “te ignoro” y pies de “si paro me quedo clavada sin saber qué decir”. So boba.
No recuerdo el día exacto pero sí qué sucedió. Yo atendía el móvil antes de entrar al zaguán, por aquello de perder la cobertura en el ascensor, cuando le vi ordenando la manta, acariciando a un perro canelo regordete, que se amodorraba en la desvencijada manta, y colocando los zapatos, uno pegadito al otro,- no coincidían ni en modelo ni talla-. Se sentó y ordenó unas letras de colores que marcaban el día siguiente de la semana; jueves. Peló una de las dos naranjas que tenía en el canguro de la sudadera y le dio un gajo al pulgoso. Éste se lo tragó sin saborearlo. Abrió el libro engurruñando los ojos para aclarar su cansada vista y se sumergió entre las letras. Olvidé por un instante de qué hablaba y fijé la mirada en el título mientras me alejaba pensando en cómo era posible que alguien que leía una obra maestra durmiera cada noche cerca del portal donde yo, que no leía un buen libro en meses, descansaba plácidamente.
Siempre me pedía un cigarrillo. Cuando la confianza empezó a dar asco comencé a ofrecerle otro. Él lo encendía con los ojos cerrados, como si quisiera atrapar un hermoso y placentero recuerdo. El mío se consumía entre mis dedos escuchando sus historias de amor, juegos y alcohol. Antonio, que así se llama, había heredado un desguace tras la muerte de su padre. Pero en Tirajana las apuestas salen tan caras como en cualquier parte, y una cosa llevo a la otra, y la otra fue perder el negocio, la parienta y los hijos, una noche en que creyó que tendría al fin buena mano. Y la mano se le fue. Desde entonces limpia los coches de la zona y guarda tres euros para beber sin falta y comer cuando puede.
A veces me dan ganas de meterlo en mi casa. En mi ducha. Trasquilarlo, y al perro, y meterle en la cama. Pero, al contrario que él, que lee cada noche La Biblia, me sobra miedo y me falta vocación.

jueves, 26 de junio de 2025

¿Quien advierte no es traidor?

 

Y cincuenta años después creo recordar, lo que era soñar con lo que una aún no tiene, y a mi padre. Sin embargo, después de toda tragedia y lágrimas, de tanta pérdida, desamor, la nevera vacía, de rendirme mal y joderla bien... y lo que pudo ser y no fue, lo que retumba entre mis pies descalzos es, Te lo dije.

sábado, 27 de mayo de 2023

TESTARUDO

 


Dicen que mujer precavida, sale con dos. Pero en un corazón que ama no se aman dos batallas. Te abrazo como a un osito de peluche y tú te devuelves como una mantita recién sacada de la secadora. Cuántas veces tendré que repetirte que me quieras: “No hay alma que no llore por tu ausencia… Y al ver que tú por nadie te interesas, todos cautivos a tus plantas caen”
¡Mira que eres testarudo!, y yo quiero que me quieras así; sin más, porque yo lo digo, porque te lo dicen mis palabras, mi lengua –corporal- y eso que despierta a esta perra cuando estás a mano, que no se sabe de dónde sale, pero se entiende. Sin embargo no me haces maldito caso. Como tampoco lo hacen las uvas que celebran cada final. Así que por mucho que ladre esta perra: cambio de planes y que sea lo que dios pretenda. Y si muerta la perra se acaban las ganas: a partir de ahora quieras o no quieras te voy a querer yo, -¡acabáramos! garabato de mis dilemas-, como la carcoma a la madera o como se quiere a cualquier lunes por la mañana aunque sea fiesta.



SIN ASUNTO

 

Lo hice lo mejor que pude, porque saber nunca supe, aunque con todo mi amor.

En vilo dejaba el alma, tú llorabas sin palabras, en mis brazos te dormías. Yo susurraba con miedo, ¿Qué te pasa vida mía? hasta que llegaba el alba.

Luego te fuiste a la escuela, yo madre, yo centinela, mientras limpiaba escaleras, ¡Dios mío qué no falte nada! Y me quité de la boca para que no te faltara.

Sí, de acuerdo <<porquemediolagana>>.

Si alguna vez preguntabas, sonriendo te decía, Sí cariño, vida mía, estoy bien, algo cansada. Cómo latían mis rodillas, las sienes, hasta la rabia, de no poder hacer más de lo que yo misma esperaba. Pero tú me dabas fuerzas o ni sé de donde las sacaba. Y me dejé las espaldas, la juventud y la vida, Vale nadie me lo pidió, no hace falta que lo repitas, aunque si se tiene un hijo… lo dicho: monté guardia en tus orillas.

Entonces yo era feliz sabiendo que tú lo eras, y de buenas a primeras, porque saber nunca supe, soy ahora quien llora sin unos brazos al alba, en esta casa vacía que ya no es casa sin ti, deambulando por las calles sin saber adonde ir. Y miro por si me llamas, ¡Mamá! <<Sostengo el corazón del vientre, No es a mí, Falsa alarma no es a mí>>.

Aun puedo escucharte amor, sí, sí, dime, sí, sí, Mamita me duele la tripa, Mamita mírame como nado, Mamita: ¿estás ahí?, Dame para medicinas y dame para salir, Mamita que hoy llego tarde;  no me esperes; que no te preocupes por mí, ¡Ay mamá!, ¿Qué haría  sin ti? -Lo que quieras hacer y seas –te solía yo decir.

 

Aunque siempre estás conmigo: de la garganta al ombligo me siento partida en dos. Partida en lo que me queda, partida desde la tuya, partidas como estas letras que no saben a esta herida ni sanar ni qué decir. Porque de repente un día yo me hice mayor y tú lo hiciste conmigo, eso lo sabía, era algo que esperaba, pero ni me necesitas ni me diriges la palabra.