jueves, 14 de marzo de 2019

Encasillado.


Tú, disculpa que nos tuteemos, y que me quite la ropa: sigue mirándome como símbolo de derrota, de zapatillas baratas llenas de arena y rasguños causados por las rocas. Voy a por mis rubíes.
Tú, sigue mirándome, sí tú, con lástima a mi pobreza, por pánico a mis creencias. Yo rezo a un dios que tiene nombre, a saber tú a quién le rezas.
Tú sigue pensando que porque así me visto, soy uno que siembra el terror, y recoge pobreza, en un país con retraso… Soy el primero en las ciencias.
Tú. Apártate que voy. Las sedas que me cubren, las telas que visto, no cruzan mares en pateras, no le silban las balas ni una espada las atraviesan. No hay armas bajo mis ropas ni intención de poseerlas.
Tú, sí a ti: No descartes que merezco un premio nobel de la paz, o de las letras, o que visto de Armani y soy el ojo que capta lo que no eres capaz de ver, a pesar de que lo ves, y no entiendo cómo no lo ves.


Fotografía de Marcos Rivero Mentado

EL INSACIABLE MARLON


¿De veras no? ¿Pero qué me cuentas? Aquí todos nos nanosatisfacemos y el “Na” de na y el “No” van de la mano… Resulta que la “bestia sexual” del siglo XX fue Marlon Brando y ahora será cierto que Grey espabiló a las mujeres –y acojonó a los hombres-. Y con negros –dios nos asista-. Ha impactado tanto la noticia que no resuenan los orgasmos en las esquinas y las fulanas se nos van a morir de hambre. Tranquilos, es un hecho puntual que sacará jolibu en un guión de buena muerte el próximo siglo, cuando estemos preparados para hablar libremente de sexo, si es que a esas fechas aún existe. Bueno yo me voy –me voy de irme-, ustedes ya me entienden.



miércoles, 13 de marzo de 2019

A...a mamá


  • Otro de los motivos por los que maldije querer hacerme mayor fue no contar con que ella ya no estaría. Jamás me dejó tocar su cajita de la costura porque decía que los hilos eran muy caros y que las agujas me podían pinchar. Los caramelos de nata no sabían igual si no salían del bolsillo del delantal de mi abuela; mezcla del calor de su cuerpo, la tersura de su mano y las trabas de madera de la ropa, dando ese toque dulce  babeante al caramelo incluso antes de abrirlo. Yo la recuerdo siempre vieja. Nunca me paré a pensar que fue un bebé, que tuvo ocho años, o trece, o veintiuno. Para mí siempre fue una mujer de pelo blanco a la que se le llenaban los ojos de lágrimas, sin perder la compostura, cuando nos vestíamos de blanco para el bautizo, blanco comunión o blanco  boda. Sus zapatos negros, brillaban pulcros en esas ocasiones y siempre parecían recién estrenados. Ella olía a… a Mamá, y siempre tenía el fuego encendido. Nunca se quejaba y utilizaba el refranero para dar solución a cualquier problema. Era la reina de la mercromina, el pimentón y el agua de pasote o arroz. Partía el dolor con unas tijeras y la cara sin manos. Sus frases más repetidas eran: No hará falta decírselo a mamá. La familia siempre unida pase lo que pase. El ignorante cree saberlo todo, el imbécil cree tenerlo todo bajo control.
  •  
  • Hoy he abierto la cajita de la costura. Hay una fotografía. Ojalá y fuera yo la desconocida que está a su lado y no la que mira la foto guardando la compostura porque se acaba de pinchar el alma.


sábado, 9 de marzo de 2019

Es entonces.


Es entonces cuando no me dirige la palabra que todo se vuelve insoportable. La veo en su ritual de silencio. Con su cruce de piernas y su mirada perdida, y un suspiro que como  trueno inesperado me hace sentir solo. Yo paso la página de mi libro con rabia para hacer todo el ruido que mis celos me permiten. Me levanto y leo por encima de su hombro mientras acaricia el teclado  como leen los ciegos “Muérdeme la cadera hasta que sea a ti a quien le duela y entonces, solo entonces, hazme el amor; manso o como una fiera.”
Le pregunto si quiere un café y sin mirarme dice sí. Yo creo que es para que la deje en paz que me dice que sí.
Desde la cocina escucho el golpe de las teclas a segundos impares y el goteo del café se pone en mi contra. Está sola, sin mí, escribiendo cosas que solo me dice a mí, que solo hacemos cuando consigo alejarla todo lo posible del maldito teclado. Cosas que leerán otros.
Le acerco el café y pienso: Mírame. Mírame cuando menos espero que lo hagas aunque no resista que me pongas la saliva de punta.
Entonces, como si me hubiera escuchado, deja de escribir en el teclado y comienza a escribir en mi piel. Es entonces cuando me dirige la hora punta de sus palabras y yo me inclino ante su cruz, y todo se vuelve insoportable porque ya antes de morderla duele. ¡Joder cómo duele!

martes, 5 de marzo de 2019

Lección aprendida


Ahora me apetece escribir en presente. Siento que no debo dejar aflorar a la fiera inquieta que me sostiene y sin embargo... también siento que ya no me importas. Ni sé cómo empezar. Será que los instantes, esos tan importantes, se convierten en automáticos pasados. Confieso que hoy me siento de defecto retardado. Necesito saborear lo dulce y lo amargo, esto segundo me ayuda a no olvidar, pero requiero tiempos y puede que, estos, sean como esos pasados de futuros complicados en los que “te quiero” obtenía y obtiene una jodida respuesta. Así, por cambiar de tema y que no se me note la pena, confieso que me hace gracia ver a las personas empujar cuando el cartel dice tirar, claro que no siempre encuentro las fuerzas, ya que de ese lado el presente complicado es el que más me cuesta. A fin de cuentas, confieso que hace mucho que no me confieso porque espero cometer el perfecto pecado con la agotadora esperanza de salir absuelta; no volver a amar al prójimo como a
mí misma ni adiós a toda costa.

Señor abogado




Aquí le dejo mi confesión. No alego enajenación, le juro que fue pasión, que fue el impulso de amar. Acepte usted mi litigio y pida a Su Señoría, que le ruego y le suplico me juzgue con compasión y tenga en cuenta mis motivos, que por amor ese día fui culpable o inocente de este supuesto delito.
Sólo quise imaginarle, entre mis sueños le vi, enredado entre sus sábanas, me colé entre sus olvidos. Entonces su calidez…su aroma.
-¡Dios que bien huele! - su piel tersa ¡aquella noche! el deseo de poseerle, el saberle adormecido, -su presencia es que me puede- se apoderaron de mí.
Él estaba boca abajo, a traición y por la espalda, mi plan A era perfecto, con el B yo no contaba. Le observé desde la puerta; una pierna extendida, la otra que se inclinaba. Besé despacio sus pies rozando con mi mejilla, acaricié con mis manos, tramo a tramo le estudiaba. Memoricé el recorrido. Deleitándome. Despacio. Sin prisas. Sin apartar la mirada.

– ¡Sh! No te muevas –le dije.
– ¿Me dejarás dormir?
–No –respondí con cariño.
¡Juro por Dios que fue así!
Primera pausa en sus muslos -se lo tengo que decir- y la culpable mi boca que se abrió paso en sus piernas, se enjuagaba juguetona, ¿y su cómplice?...mi lengua. ¡Ahí, sí ahí! donde nunca había estado y se muere por morir. Se estremecía, pude notarlo, pude escucharle gemir.
Él me pidió que parara suplicando que siguiera y al ofrecerme su pecho no lo pude resistir. Enloquecí entre sus piernas saboreando sus jugos, babeando entre las mías…mi cuerpo estaba desnudo. Yo me arrastré sobre el suyo buscando 
y lo conseguí. Que conste le noté inseguro, pero segura de mí, mis dedos juguetearon entre su sexo oportuno. Él me ofreció resistencia suplicando retirada
¡Suplicando me rindiera! Y me tomó entre sus brazos rogándome que siguiera.
Sus manos firmes de hombre en las mías delicadas, se amotinaron seguras se unieron en la bajada. Hasta ahí, ¡sí, ahí! donde él quería y reclamaba, pude encontrar la lujuria, la locura y mi coartada.

Dígale usted letrado:
Que le espero entre mis sueños y en mis letras descaradas, en lo erótico de cada coma y en mis esperanzas acabadas.

PD: Señor Letrado:
Si él supiera cuánto le amo ¡que no! no es la vez primera…no dudaría un instante en declararse culpable. Que sé que cierra los ojos mientras se abre a la entrega, del deseo incontrolable de esta; su prisionera.

sábado, 2 de marzo de 2019

Tormento

Cambió de vida y allí estaba, sin blanca, en Nueva York…sin él… recordando cada detalle a partir de que él desconectó el teléfono, cerró puertas y ventanas para que ella descansara y se marchó. Regresó de la farmacia con todo lo necesario deseando hacerle el amor. Se acercó a darle un beso pero ella huyó la cara aterrorizada, y mientras le curaba el labio le pedía perdón diciendo -Y cuando se te pase la bobería, hablamos. Mi amor.