Ahora me apetece escribir en presente. Siento que no debo dejar aflorar a la fiera inquieta que me sostiene y sin embargo... también siento que ya no me importas. Ni sé cómo empezar. Será que los instantes, esos tan importantes, se convierten en automáticos pasados. Confieso que hoy me siento de defecto retardado. Necesito saborear lo dulce y lo amargo, esto segundo me ayuda a no olvidar, pero requiero tiempos y puede que, estos, sean como esos pasados de futuros complicados en los que “te quiero” obtenía y obtiene una jodida respuesta. Así, por cambiar de tema y que no se me note la pena, confieso que me hace gracia ver a las personas empujar cuando el cartel dice tirar, claro que no siempre encuentro las fuerzas, ya que de ese lado el presente complicado es el que más me cuesta. A fin de cuentas, confieso que hace mucho que no me confieso porque espero cometer el perfecto pecado con la agotadora esperanza de salir absuelta; no volver a amar al prójimo como a
mí misma ni adiós a toda costa.
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