Me despertó el aroma del café recién hecho. No estaba ni
peinada ni en una postura sutil, tampoco arropada por una leve sábana. Eso
solo pasa en las películas. Sin embargo, apareciste en la habitación con las
dos tazas y su maravilloso aroma. Café con leche. Tampoco suena poético, pero
es lo que nos sabe a los dos a esa hora. Lo tomamos horas más tarde, frío,
mientras yo ataba mi pelo y tú me decías lo preciosa que estaba y lo bien que
olías a mí.
Pues si. Es lo natural. O por lo menos debería serlo.
ResponderEliminarAsí es. Gracias Armando.
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