Era un bromista. Me dio un beso de broma y puso su mano en
mi muslo.
Yo paralizada gesté de golpe mariposas y cometí el
error certero de preguntar qué, pero todo eran bromas. Luego dijo te quiero y
se acabó el misterio, claro que lo dije yo también, pero eran bromas. Y aquí
ando, menospreciando todas las bromas de todos los payasos que alguna vez se
han sincerado. En serio.
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