viernes, 4 de enero de 2019

Por la espalda



Primero me besó. Hacía semanas que no nos veíamos. 
No dejo de pensar en ese beso mientras observo mi escritorio con una tanda de libros pendientes de leer. La mujer de la portada me mira. Es tan bella. Parece que quiere decirme algo a pesar de su fragilidad y dulzura. Yo creo que es fuerte y que Alphonse Mucha, solo captó lo que idealizó, pero se perdió su esencia.
Se me acaba de caer el afilador -¡mierda!-
Me besó y me preguntó qué tal estaba. Yo no dejaba de pensar en todo lo que habíamos compartido él y yo, mientras tocaba en mi bolsillo el collar que me había regalado y ya tenía destino en La Puntilla; lejos, bien lejos y hasta el fondo, como hasta el fondo me dolió su traición. No dejaba de hablarme y darme explicaciones. Tiene gracia; te hacen daño y encima te lo explican.
Tengo que envolver los regalos de Navidad y apartar los que ya no entregaré. A saber qué coño haré con ellos. Buscaré en Internet que tiene respuestas para todo, incluso para eso de que más que decir hay que hacer.
El turrón me sabe amargo, ni recuerdo desde qué día está abierto, y ahora me amarga la respuesta que le dí; que, qué tal estaba; pues mira deseando llegar a casa y escribirle a Cupido una carta documento. Se va a cagar.
Luego se despidió con otro beso. Las dos aguantamos las lágrimas. Me dieron rabia las mías. Lo que no aguanté fue que me llamara amiga. ¡Amiga de qué!

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