Yo también estuve enamorada de “un corazón de acero
inolvidable”. La receta del Amor es tan sencilla. No sé porqué pretendemos
saltarnos pasos, añadir ingredientes que no lleva. Reducir el tiempo y lograr el
buen resultado al menor coste, -no debería utilizar la palabra coste, porque no
cuesta nada de nada, mucho menos una pérdida-. No queremos ver que el camino
del Amor no se llama C/ Vanidad, y que si tomamos ese camino nos encontraremos
mil veces en la esquina Estupideces con la C/ Soledad.
Cuando me quedé viuda, y llena de amor, decidí
ayudar a todos los corazones rotos que encontrara en mi camino. Así en situaciones como esa, era necesario
recurrir a la receta de la abuela Carmen. No sé ni cuántas veces he dado la
receta, ni cuántas ha fracasado. ¿Qué pasa con el amor, ese grato sentimiento,
que hoy día se cree que cargándolo con la mochila del dolor es el mejor
acierto?
A veces se me enredaba la mirada en las zapatillas
de andar por casa al escuchar las consultas que me hacían, Es que estoy
enamorada –decía Luisa- y no sé qué hacer para que se dé cuenta.
Cuando le preguntaba qué tenía ese chico de especial
para que le quitara el sueño, el hambre e incluso el aliento, lo que se enredaba
en mi pelo era mi ceja izquierda, Buf, tiene una moto último modelo, un tatuaje
que recorre su brazo y un anillo peso pesado. Es el amor de mi vida.
Le recomendé que trabajara y ahorrara para un anillo,
una moto, y si le apetecía se hiciera mientras un tatuaje. Que esperara el
resultado.
Pacho vino llorando desesperado cuando Inés, le
dejó. Se quería morir. Entre planear su suicidio y, planear, reconquistar a su
ex se le iba la vida. Su venganza consistía en conquistar a Berta, una chica inteligente,
guapa, divertida, de buena familia y corazón, para pasearla en las narices de
Inés y que, ésta, se diera cuenta de lo que había perdido. Le dije que se
alejara, que desapareciera de su entorno, que buscara algo con qué
entretenerse, hacer deporte, leer, aprender un idioma…cualquier cosa que no
fuera hacerse daño y mucho menos a Berta.
Ninguno me hizo caso. Sin embargo la casa se me iba
llenando de impotencia, de gente en busca del remedio -sin remedio-, de
resignación absurda, incluso de vez en vez de tristeza.
Como dije antes, ni sé ni cuántas veces he
dado la receta, ni cuántas han fracasado. Me complace saber que la receta, anda
por ahí en su punto justo y que llega hasta donde estoy ese aroma inconfundible
que me hace sonreír mordiendo mi labio inferior, al tiempo que mi corazón
aplaude dándome un acogedor abrazo, siendo lo único que impulsa, cada día, mis ganas de vivir.
RECETA: “Si duele no
es Amor”…así de simple; sí…no.
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