domingo, 23 de febrero de 2020

Te echo de menos


A veces por despiste la dejo de lado, otras, así como las locas, de las de verdad, con el alma en vilo al ver que nunca estás, reposo mi cabeza en la sombra de mi Soledad.
La Soledad dirá, O no le duele o lo disimula muy bien.
 Una canción me lleva a la otra y recuerdo que es domingo, otra vez, y desde el jueves hay un  reto; Primera palabra balalaika; suena a timple y como todo desde hace meses me recuerda, me huele, me sonríe y sabe, se palpa y me suena a que no estás. Si hablara ahora no se me entendería con tanto gimoteo.
 Entonces la busco. Espero el momento agazapada como una gata esperando el momento oportuno, No hay nadie.
Sentadas, una al lado del llanto y la otra escrutando lo que miento, preferimos los pies en el suelo, la rabia en una mano y a la sensatez la mandamos con la otra a tomar viento. Y lloro.

Hablamos como cuando hablamos aquel día de volar, de que tú lo hiciste primero. Que por mucho que te lleve aquí conmigo, me faltas. Que estás en todos los poemas de amor que anhelo y me siento como un tuareg que no entiende la brújula en medio del desierto donde me muero, o como una sirena que no existe aunque su canto agonice en el fondo de la frontera del sexto océano.
Le digo, No soy capaz de ser feliz si sonrío al recordarle.  Me persigue y juega al escondite y le busco y sé que está pero no le encuentro, y me duelo.

Sus palabras, que ya presiento, ahora, rompen como un meteorito este agotador << lo quiera que sea que siento>> que a corazón abierto se atreven a pronunciar tu nombre sin ningún miramiento.
Es entonces cuando chistea, y la sombra de mi Soledad comienza a narrar, Prometiste no llorar.
 Y lloro, Te echo de menos.

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