Me lo pusiste a huevo, así que comenzaste tú, Reto de la
semana. Estaba moviendo la calabaza y pensé en el destino. Veo caer el azúcar.
Ella lo tendrá claro; derretirse y darme un gustazo cuando su destino en el
cabello de la trucha termine en mi hocico.
¿Qué será eso que espero del destino? “Mañana será otro día”
o el mismo día de mierda. Le doy una vuelta al gato verde, así me recuerda cada
diez minutos un destino; la cocina; remover la calabaza para que no se pegue,
sobre todo si al azúcar le da por abrazarse al fondo del caldero como si no
hubiera mañana. Mi destino es hoy: ootro domingo, otra tarde/noche pensando en
mañana: mañana comienzo un curso de inglés porque mi destino es aprender de una
buena vez a decir yes, sin morir en el intento. Mañana terminaré el puzle de
mierda del barca que me regaló hace tres años mi vigésimo tercer ex. Nuestro
destino <<es>> mantenernos al whatsapp para recordarnos alguna vez
que seguimos aquí, jodiéndonos al cada
cierto tiempo con un cómo estás, Bien, Como todo el mundo aguantando el
chaparrón.
Me falta aire. Mucho. ¿Tendré el virus ese de la tele? Suena
el gato. Cinco vidas le quedan, ya verás.
Miro mi ropa, ¿de indigente dicen? Tampoco es para tanto
coño, da igual qué me ponga, siempre estoy vestida para la ocasión de vivir y
para morir no iré mejor. Es hora de hacer caso al gato verde fatiga que ya
suena y remover el cabello de ángel.
Miro la tele, el puzle, la cantidad de polvo que tiene, y
recuerdo los polvos que… ¡Calla!
¡Desde luego! Qué me importan cuántos caen si pronto me
tocará por destino morir una sola vez, removiendo el caldero, maldiciendo el
domingo, pensando en el destino tan incierto, en la cantidad de caminos que me
brinda la vida y como toda elección es jodida. Debería de existir un punto de
partida y llegada, no volverme loca con tantos caminos. ¿Estaré loca? ¡Ojalá
coño! Así no pensaría en el destino.
El chat de Facebook ha sonado, ¿quién será? Giro el gato con ganas de estrangular a
alguien. ¿ Y quién quiere hablar conmigo? ¡Ja! Es domingo y me envían una
fotografía de dos zanahorias muy eróticas que de tantos años verlas ya ni me
ponen. Estupendo, ahora me siento una vieja verde. Como el gato, de verde
claro.
Alguien me pregunta que con quien hablo, yo le digo que siga
pensando en el destino mareando la cuchara de madera, en el gato, en su ex y la
madre que lo parió, y que me deje en paz, que esta vida es una mierda mientras
la mascarilla limite mi vida amarrada de pies y manos por no sé qué destino.
¿Acaso quieres morirte? Muérete de una vez tonta -dice tan
como es ella; sonriente, fija, rebuscada y remolida como el cabello azucarado a
nada de quemarse que le hace la boca agua. Tan Rosy como nunca. Tan franca que
me dan ganas de matarla. Como no tengo ganas de morirme, apago el fuego, pongo
la última ficha del puzle y miro al gato con malicia atándole una mascarilla al
cuello. Escribo una ja, ja, ja en face (alguien será feliz en domingo) Y respondo
falsamente a esa cabrona, como adulta que soy, con los pies en la tierra, a su
pregunta de por qué no me muero, ¡Porque no me queda otro remedio. 13/12/2020