miércoles, 22 de febrero de 2017

De esos momentos

Te habrá venido la noche gota a gota y el insomnio a bocajarro. La paciencia de no sé dónde y la maldad en lugar de la ternura; algo así como ganas a morder a un bebe en lugar de achucharlo. Si no me entiendes te diré, que yo también reí cuando se le calló el chicle de la boca a mi amigo acabadito de comprar, que levanté las caspas de mis rodillas secas de mercromina, sólo por ver si salía sangre, y los cueros después del sol retando a mis hermanos a ver quien lo conseguía de mayor tamaño. Mordí mis uñas para tocar mejor las cuerdas e hice un nudo en mi pelo a falta de una cinta sin importarme si quedó bien. También mordí con fuerza mi puño para que el dolor fuera más insoportable del que sentía en otra parte de mi cuerpo. Fingí un orgasmo, y más, lloré como las locas diciendo que no era nada y reí, reí mucho fatigada de tristezas. Pisé a posta un charco y disimulé diciendo que no había paso alguno. Saqué la lengua bajo la lluvia sin mirar si me miraban, y me miraron. Pasé largo rato con la mirada perdida y otro tanto mirándome fijamente en el espejo. Acaricié mi cara para saber si era realmente suave, aunque ya era tarde. ¡Qué mezcla! Toda esta cantaleta es para decirte que si no me entiendes, tienes la mala suerte de estar en desventaja.

domingo, 19 de febrero de 2017

Soñando, que no es poco.

Hoy paseaba por la playa y me detuve un momento para atarme el cordón de uno de mis zapatos. De cuclillas, intentando mantener el equilibrio, tiraba de los cordones sin perder de vista mi bolso. Mientras lo hacía vi a una mujer mirando el horizonte, bueno en realidad no miraba, tenía los ojos cerrados.  Creo que su instinto le dijo que alguien la observaba, porque  nada más abrirlos miró directamente donde yo estaba, como si supiera que aquella energía, un tanto novelera, saliera exactamente de mí. Me ruboricé y bajé la cabeza tirando nuevamente del cordón de mi zapato que se resistía a ser atado. Aquella mujer pasó a mi lado y se detuvo, al hacerlo me percaté de que estaba descalza, los pies estaban sucios, aunque no tenían aspecto de estar acostumbrados a andar por el asfalto.   Volví a levantar la cabeza, cruzamos unas miradas, miradas que en realidad no dijeron nada, ni se sorprendieron de encontrarse. Entonces vi que lloraba y sentí angustia,  una de sus lágrimas fue a parar entre mis dedos y el cordón del zapato, el cual, yo ya había desenhebrado  porque me lié de tal manera que aquello no coincidía ni en centímetros de cordón ni en número de agujeros.

Ella se agachó, me quitó de las manos el cordón y sin descalzarme el zapato, empezó a enhebrarlo con paciencia, yo diría incluso perfección. Cuando terminó se puso en pié sin mediar palabra, dio media vuelta y se marchó.
Mientras se alejaba no le quité ojo para ver hacia donde se dirigía, no le había dado siquiera las gracias, además me conmovió verla llorar. Empecé a meter dentro de mi bolso, las llaves, el monedero y me quedé mirando nuevamente mis manos mientras guardaba el contenido de mi bolso pensando en qué momento se me ocurrió a mi en plena calle vaciar mi bolso.
 Yo seguía mirándola; se alejaba a paso lento, se paró, dio media vuelta, me miró e hizo un gesto con la cabeza, ese que todos reconocemos y que dice; 
" Sígueme".
En ningún momento logré alcanzarla, me sentía desesperada; por el camino no había tanta gente, pero la poca que había se empeñaba en ir despacio ante  mis pies, entorpeciendo mi marcha para poder alcanzar el paso de aquella extraña.
De repente se paró ante una puerta enorme en una casona aparentemente antigua, digo aparentemente porque se notaba que era una fachada restaurada, con imitaciones de piedra antigua, no estaba nada mal. Ella dejó la puerta entornada, la empujé despacio y dije <<¡Hola! ¿Se puede?>> con un pie dentro y otro fuera de la casa. En vista de que nadie respondía entré y nada más hacerlo se encendió la luz del zaguán y descubrí un pasillo largo y unas escaleras y un espejo en el que me miré y mi reflejo respondió <<Adelante>>.


sábado, 18 de febrero de 2017

No se ve



No se ve. Da igual lo que haga, ya no se me ocurren más tonterías por decir o hacer para que me vea, o al menos para que parezca que me da igual. ¡Y mira que me mira! Pero no me ve. Yo a él sí le vi; en la playa vestido de sal, humeante en las olas, en el parque delante de aquellas copas que tropezaban por amistad. Le veo, todas las noches y los días y sé que le veré en el eclipse y sin embargo, no quiero verle, porque hemos quedado ya que quiere contarme que ha visto a alguien. 




miércoles, 8 de febrero de 2017

Cerrado por descuido

Ninguna de las llaves entraba ya en la cerradura. Lo que cambió fue el cilindro, no la pestillera. Desde entonces jamás hizo copias y llevó al cuello la única que tenía para no volverla a perder como tantas veces.¨


domingo, 5 de febrero de 2017

Quédate.

Hazme un favor:
¡Quédate! Quédate porque no quiero sentir que me quemo por dentro cada vez que está en mi presencia. Quédate porque sé que no puede quedarse y, peor aún, se irá pronto. Quédate porque ya estoy acostumbrada a tu presencia y la suya me tienta... me  puede. Quédate, porque se  hace corto el tiempo a su lado y largo, demasiado, el quererle. Quédate porque jamás seré suya y quiero deshacerme de todo pensamiento de hacerle mío ahora, en este instante, mientras lee, en que no puedo sentirle y le siento… mas siento Soledad que tú me abandonas a mi suerte, por una maldita vez que pido que te quedes.


sábado, 4 de febrero de 2017

Fin de cuentas

De pronto lo vi claro y quise  lanzarme. Solo había dos repuestas a tanta incertidumbre. Un impulso inexplicable más certero que fuerte se resistía. La solución estaba en matarle, no constantemente, sino, cada vez que se me resistía al pensarle. No había marcha atrás y rompí el hielo. Fue un alivio sentir que todo era imaginable, como imaginarle conmigo, como imaginarle sin mí, porque jamás latía a mi lado.

miércoles, 1 de febrero de 2017