domingo, 19 de febrero de 2017

Soñando, que no es poco.

Hoy paseaba por la playa y me detuve un momento para atarme el cordón de uno de mis zapatos. De cuclillas, intentando mantener el equilibrio, tiraba de los cordones sin perder de vista mi bolso. Mientras lo hacía vi a una mujer mirando el horizonte, bueno en realidad no miraba, tenía los ojos cerrados.  Creo que su instinto le dijo que alguien la observaba, porque  nada más abrirlos miró directamente donde yo estaba, como si supiera que aquella energía, un tanto novelera, saliera exactamente de mí. Me ruboricé y bajé la cabeza tirando nuevamente del cordón de mi zapato que se resistía a ser atado. Aquella mujer pasó a mi lado y se detuvo, al hacerlo me percaté de que estaba descalza, los pies estaban sucios, aunque no tenían aspecto de estar acostumbrados a andar por el asfalto.   Volví a levantar la cabeza, cruzamos unas miradas, miradas que en realidad no dijeron nada, ni se sorprendieron de encontrarse. Entonces vi que lloraba y sentí angustia,  una de sus lágrimas fue a parar entre mis dedos y el cordón del zapato, el cual, yo ya había desenhebrado  porque me lié de tal manera que aquello no coincidía ni en centímetros de cordón ni en número de agujeros.

Ella se agachó, me quitó de las manos el cordón y sin descalzarme el zapato, empezó a enhebrarlo con paciencia, yo diría incluso perfección. Cuando terminó se puso en pié sin mediar palabra, dio media vuelta y se marchó.
Mientras se alejaba no le quité ojo para ver hacia donde se dirigía, no le había dado siquiera las gracias, además me conmovió verla llorar. Empecé a meter dentro de mi bolso, las llaves, el monedero y me quedé mirando nuevamente mis manos mientras guardaba el contenido de mi bolso pensando en qué momento se me ocurrió a mi en plena calle vaciar mi bolso.
 Yo seguía mirándola; se alejaba a paso lento, se paró, dio media vuelta, me miró e hizo un gesto con la cabeza, ese que todos reconocemos y que dice; 
" Sígueme".
En ningún momento logré alcanzarla, me sentía desesperada; por el camino no había tanta gente, pero la poca que había se empeñaba en ir despacio ante  mis pies, entorpeciendo mi marcha para poder alcanzar el paso de aquella extraña.
De repente se paró ante una puerta enorme en una casona aparentemente antigua, digo aparentemente porque se notaba que era una fachada restaurada, con imitaciones de piedra antigua, no estaba nada mal. Ella dejó la puerta entornada, la empujé despacio y dije <<¡Hola! ¿Se puede?>> con un pie dentro y otro fuera de la casa. En vista de que nadie respondía entré y nada más hacerlo se encendió la luz del zaguán y descubrí un pasillo largo y unas escaleras y un espejo en el que me miré y mi reflejo respondió <<Adelante>>.


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