No se ve. Da igual lo que haga, ya no se me ocurren más tonterías por decir o hacer para que me vea, o al menos para que parezca que me da igual. ¡Y mira que me mira! Pero no me ve. Yo a él sí le vi; en la playa vestido de sal, humeante en las olas, en el parque delante de aquellas copas que tropezaban por amistad. Le veo, todas las noches y los días y sé que le veré en el eclipse y sin embargo, no quiero verle, porque hemos quedado ya que quiere contarme que ha visto a alguien.
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