De pronto lo vi claro y quise lanzarme. Solo había dos repuestas a tanta
incertidumbre. Un impulso inexplicable más certero que fuerte se resistía. La
solución estaba en matarle, no constantemente, sino, cada vez que se me
resistía al pensarle. No había marcha atrás y rompí el hielo. Fue un alivio
sentir que todo era imaginable, como imaginarle conmigo, como imaginarle sin mí,
porque jamás latía a mi lado.
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