miércoles, 26 de diciembre de 2018

¡Qué cosas,eh!


Me veo en la obligación de escribir como si fuera un castigo de aquellos en los que cien veces se creía suficiente para no hablar en clase y ver la luz: Y ahora que te quiero…decirte que… Y ahora que te quiero…decirte que… Y ahora que te quiero…decirte que…
Un Góngora, responde machacando en un almirez a un Quevedo que vomita peste a ajo sin perder la compostura, y sólo quien nos conoce sabrá qué digo.  Porque todo esto fue  como una droga y toca pasar el mono. Francamente no sé a quién de dos se le ocurrió si nunca nos gustó el primer lugar donde quedamos, ni una canción nos identificó jamás y lo más insólito es que tampoco tendremos que pasar huyendo de cualquier fecha del almanaque – ¡a salvo!-… Menos mal que tampoco nos dio por apuñalar un árbol tatuando tú y yo, para luego no volver a pasar a su lado dejándolo mal herido.
Por consiguiente: las palabras final y feliz, no deberían estar contenidas en la misma frase rimando, indudablemente, con la palabra miedo, porque eso es un trío  donde solo eyacula este derrumbando  sueños sobre  realidades que tiemblan, no sabemos si de felicidad (Al fin y al cabo o al cabo del miedo) o de frío, a pesar del fuego, dejándonos rotos. Pero rotos así; reducidos a un saludo. Rotos hasta la espina dorsal. Bien rotos… como de costumbre.



lunes, 10 de diciembre de 2018

Devuélveme


Vuelve tu mirada.
Vuelve tu palabra.
Vuelve tu empeño y tus ganas, pero vuelve. 
Vuelve la sonrisa doquiera que esté alejada. 
Vuelve la memoria abandonada. 
Vuelve, que no me sirvió de nada curar la herida sin sacar la bala.
Vuelve con tus letras frías y tu poesía caliente.
Vuelve por lo que más quieras que estoy rota… y escucharemos canciones 
formando un revuelo con el alma al cielo y los pies sobre la derrota.
¡Vamos! ¿A qué espero? Quítame el luto de las palomas de mis manos, del polvo de las mariposas y los pájaros en la cabeza.
Vuelve Cuerda de Remate, que por algo se empieza, y devuélveme otra vez al folio de la mujer despierta.


domingo, 9 de diciembre de 2018

La importancia




Me gustó verle sentado ante una copa. Tomaba un sorbo y me sonreía. Sus manos nunca quietas me acariciaban a segundos volviendo a la barra, de mi mano a la copa, de la copa a mi mejilla, de mi mejilla a sus muslos. La música sonaba a toda pastilla y sonreía al recordar cada título dedicándome el mejor de los fragmentos sin apartar la mirada. Besó mi mejilla justo en ese punto sin nombre de letra del abecedario, ubicado entre el lóbulo de mi oreja y donde termina mi sonrisa, para empezar a suspirar deteniéndose unos segundos de más. Brindó por nosotros y yo en silencio lo hice por él. Quise quedarme a vivir en el instante en que estalló a reír y también cuando bajó la mirada al suelo y desapareció de golpe,  también en un segundo, toda la felicidad que desprendía y no dependía de mí.  Pasamos la noche juntos, y la siguiente, y otras tantas en las que me arrancó mil sonrisas y suspiros y la ropa y el corazón, cuando dijo lo que dijo y yo respondí lo que nunca he sabido decir. Lo que más recuerdo es cada último beso de  despedida, esos que duran un segundo en los labios, un beso  tan suyo sin mí.
Entro a casa.
Dos segundos salados dan la bienvenida cara abajo.
Suena el móvil. Tengo un mensaje:

-Buenas noches.
-Buenas noches -respondo.

Sin iconos. Sin rima.

sábado, 8 de diciembre de 2018

Anti-ejemplo




“Seamos como las águilas que cuando hay tormenta vuelan más alto y no como los pajaritos que se esconden entre las ramas de los árboles”.



El otro día escuche: “¿A mí me dan a elegir entre Súper Man y Clark y a quién te crees que elijo?”
¿Qué tienen los chicos malos que los hacen tan atractivos?
Esa aparente mosquita muerta, de repente es un hijo de puta  que no se va a andar con tonterías. Tranquilas femi-risas y femi-cabreadas… Hay algo evidente que nos viene en los genes (consulten en S. Google que yo no tengo ganas de un copia y pega) desde las cavernas con sus piedras pintadas, sus mujeres avivando el fuego, tomando una lanza y defendiendo solas, solas, solas,  a la familia mientras los hombres  iban de caza, pesca…en busca de alimentos y recursos. ¡Qué organizados eran! Yo no sé en qué momento nos volvimos tan princesas esperando a que el duque desenvainara la espada y cayera de boca desde su caballo a nuestras lozanas castañas imperiales –talla más, talla menos–.
 Las mujeres; las de verdad, jamás perdonamos a un hombre que no tenga fuerza en “casi” todos los sentidos en los que se puede definir esa palabra. No hablo de superioridad física, que conste, por eso lo de casi. Hay que tener fuerzas para llorar aunque sigan diciendo que son lágrimas de cocodrilo, fuerzas para pedir ayuda, fuerzas para reconocer que se está enamorado etc. Reconocer incluso una debilidad, sea sexual, comestible, un juego…yo qué sé. Vale, tampoco es cuestión de darles una medalla ni introducirles en el libro de los records como la octava maravilla o, suavizando un poco, una obra de arte plasmada en un libro –la número 99– (iba a escribir 69 pero tengo tos y si me da la risa…)
¿Por qué los malotes? –a estas alturas espero que entiendas que no hablo de maldad que te lo tengo que explicar todo– porque nos atrae alguien que tenga criterio propio, que no sea un pelele, que sea capaz de distinguir y distinguirse. En pocas palabras; “Un Hombre”.
El miedo nos paraliza y tener valor/fuerza, para enfrentarlo no lo tienen los gigantes con pie de barro…lo tienen aquellos, musculitos o no, –ya te lo dije– que se atreven. Eso los convierte en hombres sólidos y por consiguiente, mucho más atractivos.
Toda esta cantaleta es para decirte querido hombre: – ¿A qué pensabas que escribía solo para chicas? –, que no imites a basuras o lo serás. Sé un  malo malote, por favor, pero de los buenos.



EM




Todo comenzó como cualquier nacimiento. Como los ríos esos que nacen, crecen, se reproducen y mueren… ¿Quién detendrá este río? - y a santo de qué- que avanza hacia el mar para morir en un abrazo, evaporarse hasta ser nube, cuando es inevitable volver a llover.


Sigo cuerda de remate 08/12/2018

martes, 20 de noviembre de 2018

Por si te apetece venir



Quiero ir a ser feliz. Tengo el pasaje. Iré con lo puesto, como el día en que mi vida se acabe. Tengo preparado el equipaje; vacío, por si regreso llena de versos y más versos que ocupen el espacio exacto de mi yo sin ti. Por si pierdo la maleta, en un bolso de mano, tengo preparado: La prisa de un algo nuevo por venir. Un eco que me suplique que vaya más lento. Una lima para cualquier desliz. El último deseo de mi cumpleaños feliz. Un ser, un estar y un parecer -por si las moscas, ya me entiendes-. La paciencia y las ganas de vivir –dan igual en qué orden-. El último beso para casos de S.O.S y ese tema que jamás aprendí y tarareo ahora porque me recuerda a ti. Todo el amor que he podido ahorrar para derrocharlo - creo que se dice así…o lo que sea que sea -, será que se conjuga contigo y por eso no lo sé definir. Un protector lunar por si me entra una perreta y resulto ser de esas poetas que solas se hacen temblar. Un globo “azul” por si apetece volar. Mi memoria, -sí, mi memoria que nunca me falte- por si me da por sufrir y prefiero sonreír, que salga veloz al rescate. Un pijama, el que desnuda me queda tan bien cuando me arropo pensando en los puntos y seguidos de todos tus puntos cardinales recorriendo mi recorrido. Y como siempre bolígrafo o lápiz y una libreta, por mi estúpida manía de sentirlo todo. 
Se me dan fatal las despedidas así que…dime: ¿Quieres viajar conmigo o conmigo quieres venir? Aquí también me da igual el orden. 
Cuando regrese –si alguna vez regreso- quiero un motivo de peso que arrase con todo,eso, lo que hoy es presente y me dé motivos para comenzar, o seguir.

domingo, 11 de noviembre de 2018

Los domingos


Entra en mi cama y me da los buenos días susurrando “hoy puede ser un gran día plantéatelo así”. Besa mi cuello. Suspira en mi cara. Me abraza contra su pecho pasando su pierna sobre mí. Él me ofrece un fantasma silencioso. Retira las sábanas y pasea sus dedos por el rizo impertinente que duerme sobre mi frente siempre en el mismo lugar.
Y yo le pregunto -¿Me dejarás dormir?
Entonces me hace la misma pregunta de siempre, a veces con cariño, a veces impertinente, ¿Te apetece una canción de amor, un café, no pensar y pensar, ninguna de las tres?
 Me acompaña a la cocina tras correr las cortinas y pasa… el domingo pasa.