jueves, 7 de febrero de 2019

Él

Ese chico que tanto me gusta, dice que aprendió a ser frío aunque la vida le lleve la contraria. Me gusta porque toma sus alas llenas de decepciones y se va al bar, a la playa, o cualquier parte del mundo antes de que se acabe. Me gusta porque sabe que por la boca muere el pez y por esa misma boca, la edad no perdona y a la desgracia la convierte en broma aunque esté calada de sensatez. Me gusta porque ha tocado el infierno con sus propias manos, porque pone a prueba al tiempo controlando todas las agujas del reloj y prefiere bajar las alturas a tocar el cielo para no tener que pedir perdón. Me gusta porque es capaz de resucitar un sueño y de desmontar las ilusiones, como quien pesca por placer y quita el anzuelo devolviendo al agua al pez. Tan elegante como un ladrón con guantes, duerme con una bala bajo la almohada y me gusta, y regusta, porque sabe dejar a un lado el corazón, sin importarle qué siente, ya que lo verdaderamente importante es sentirse libre ya que sentir otra cosa puede volver a enjaularle y cualquier pájaro en la cabeza, o mariposa en el estómago, le podrían cortar las alas. Es muy responsable, tanto que no compra plantas para no tener que regar y dice que nunca bebe si no está dispuesto a olvidar. Este chico me gusta, y mucho, muchísimo. Tiene muy claro que si algún día se viera en el fracaso más profundo, recogiendo sus propios pedazos, asumiría las consecuencias de cualquier quizás de su cordura, que como bien dice: “todo lo ata”, <<pero te mata>>. Claro que ese chico tiene dos defectos, nada del otro mundo; su memoria y yo.


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