A la hora que a ella le da la gana, voy. Siempre le digo sí. Lo
hacemos despacio o con prisas, como fieras mansas, como perros, como sea, como la última vez. En silencio o
con palabras clasificadas X. Con un mejor ahora que un por qué. Y lo hacemos
sin más. Lo hacemos y se viene y me voy. Ya luego recojo mi corazón y me
marcho. Llego a casa. Me siento en una copa y me bebo el sofá maldiciendo el
día en que le dije que amigos, solo amigos.
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