Los médicos le habían hecho pruebas y no encontraban nada, pero le dolía el pecho y no podía llorar. Le dijeron que moría sin remedio. Pensó que sería como mueren las olas, pero que el mar la arrastraría y le daría vida como al vaivén de la marea, como al mar furioso, como a la mar en calma. Luego la llamaron y le dijeron que había un error en su historia y se sintió aliviada. En la consulta el psiquiatra le confirmó que tenía mal de amores. Ahí se sintió morir porque, los amores que matan nunca mueren, y le dolía el pecho... y no, no podía llorar.
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