martes, 22 de octubre de 2019

Para yo.



Vamos a ver: ¿en qué lugar me dejas cuando hablas o escribes? Prefiero que hables porque las palabras se las lleva el viento, y aunque no hablo sin conocimiento… cuando escribes, ¡oh, cuándo escribes! Cuando escribes me condenas ya que el papel aguanta todo y queda constancia, y a veces no te aguanto. Me siento débil, expuesta, en el punto de mira, en la diana de cualquier esquina, subida a un madero, condenada a una hoguera… desnuda y desprotegida. Yo, que solo soy quien soy; de lágrima contenida, no la fácil, esclava de mis letras, amiga de un poeta, custodia de un te quiero, sumisa del amanecer, o guerrera ante un maltrato, sobrevivo a base de Machados y Federicos y algún que otro Santiago. A veces soy un trapo de cualquier color ante una de mis cadenas. Jamás un quijote, jamás escudero, quizás libro para otras edades, realista hasta la médula, amante hasta los huesos y mi sangre es RH literaria dolorida. Por eso, cuando me preguntan si soy lo que escribes -¡Ay, cuándo escribes!-, me duelen todos mis versos… y respondo no.





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