lunes, 20 de enero de 2020

Tiempo carnal.


Este año me presento a Reina del Carnaval. Cuando se lo dije a mi novio creo que no le hizo mucha gracia. No sé… llámalo intuición, llámalo la cara que puso o llámalo que se tiró al suelo a desmoñarse cuando me comparó con el resto de las participantes. No sé. Pero ahí estaría yo representando al C.C. Las Cacharras vestida de cocotero y llena de purpurina hasta donde una no debería tener purpurina. Les cuento:
La cosa comenzó un año antes cuando en una fracción de segundo me vi envuelta en este lío. Un grupo de hombres adictos a las revistas de moda, esas en las que una chica de veinte anuncia cremas anti arrugas, intentaron embutirme en su diseño y al tomar medidas decidieron que tenía una pierna más larga que la otra. Para colmo pretendían ponerme un sujetador tres tallas menos, ya que cada seno sería medio coco. ¿Y la tanga? ¡La madre que los parió! Otro problema fue explicarle a esta gente que existen bragas normales, pero no me entendieron. Después de las medidas me dieron una dirección para que fuera a depilarme. ¡Coño! Sin comentarios. ¿Cómo que sin comentarios? Creo que lloré más que nunca en mi vida, es más, creo que “nadie” ha llorado tanto en su vida. Aún me da sentimiento recordarlo (dios bendiga al que inventó la maquinilla de afeitar). La tabla de calorías no tenía desperdicio, o sea, que no había por donde cogerla y ya puestos me dieron otra tabla de ejercicios diarios para los días que no podía ir al gimnasio porque me tocaba currar, además me regalaron una báscula la cual me tiene cariño ya que me da puntos por todo una vez por semana. Claro que la idea es que cargue con una palmera cocotera de cuatro metros de altura y arrastre con los tobillos una isla con dos gaviotas y cuatro piedras, además de quitar la chicha que llevo sobre la cintura y que se instale debajo de mis pulmones. No sé si ganaré. Pero estoy deseando que llegue el día, demostrarle a mi novio que sí que puedo tras perder veinte kilos, y que se me pase la gastroenteritis, ya crónica, de irme por la pata abajo, vamos, que tengo desde que comenzó todo esto.





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